sábado, 7 de junio de 2014

Los católicos franceses en el siglo XIX - 7

VICTORIA EN EL SENADO

               
Villemain
Los procesos instaurados por el gobierno contra los católicos que criticaban la universidad fortalecieron la posición del partido católico. Dispuesto, sin embargo, a quebrar la resistencia contra el monopolio de la enseñanza, el ministerio se resolvió empeñar a fondo la aprobación de un nuevo proyecto de ley que el Ministro de Instrucción Pública,  Villemain, envió a la Cámara. Las disposiciones del proyecto anterior que colocaban a la universidad como dictadora de la enseñanza francesa eran no sólo mantenidas y acentuadas en el nuevo proyecto, al punto de someter a quien desease fundar un colegio libre a un complicado examen delante de una comisión en su gran mayoría constituida por miembros de la universidad o simpatizantes de ésta.

                Se habían tomado todas las precauciones. El proyecto debería ser discutido en primer lugar por la Cámara de los Pares, donde el gobierno contaba con unanimidad casi completa, no habiendo resistencias a su voluntad en la Cámara Alta. Por otra parte, para evitar el rechazo colectivo del episcopado, que obligó al ministerio a retirar el anterior proyecto, los seminarios menores en esa ocasión no se vieron afectados.

               
Louis Veuillot
Pero la campaña por la libertad de enseñanza ya había proporcionado un líder eclesiástico de gran valor al partido católico, Mons. Parisis, obispo de Langres. Cuando se abrió la lucha, Mons. Parisis acababa de ser elegido obispo, y al poco tiempo tomó parte activa en el movimiento, donde su actitud enérgica y decidida le conquistó una posición excepcional. Ultramontano y eminente teólogo, él será siempre un sustentáculo de  LouisVeuillot y de los ultramontanos franceses, cuando los católicos se dividieron.

                Mons. Parisis y Mons. Clausel de Montal fueron los primeros en protestar, seguidos por un gran número de obispos, contra el nuevo golpe del gobierno, que por eso parecía condenado al fracaso total.

                La Cámara de los Pares, entre tanto, indicó al duque Victor de Broglie como relator del proyecto de ley. Católico practicante, pero hombre que colocaba sus convicciones políticas por sobre su fe, el duque logró solucionar la situación puliendo hábilmente las aristas del proyecto y dándole una redacción que salvaba las apariencias, de modo de no chocar frontalmente con la doctrina católica. Al mismo tiempo se inició una campaña contra el partido católico, responsabilizándolo por el proyecto que decíanel gobierno se veía obligado a presentar por causa de la violencia e injusticia con que era atacada la universidad.

                En un primer momento la confusión se estableció en los medios católicos, y habría sido fatal si no fuese la vigilancia de sus jefes y la pluma infatigable de Louis Veuillot, que reprendía severamente la ingenuidad de muchos de sus compañeros de luchas. Uno de sus artículos terminaban con estas palabras: “Católicos, ya fatigados por una lucha que apenas comenzó, se felicitan por esas mejoras vanas y meramente de forma. Toman por una esperanza de libertad la promesa de un cambio de prisión, y después toman esa esperanza por la propia libertad, dejándose llevar por los bellos sueños sólo porque un carcelero quitó los hierros que los apresaban, que los hace parecer como prisioneros de la violencia y de la injusticia. Falta poco para que ellos, por gratitud a esas palabras, suscriban su propia condenación. Si eso ocurre, preferiríamos cien veces más el proyecto brutal del Sr. Villemain, que por lo menos no disimulaba el deseo de quebrarnos, y nadie podría estar ilusionado. Por amor de Dios, sed víctimas, pero no seáis ridículos”.

                Felizmente la unión entre Mons. Parisis, Montalembert y Louis Veuillot era más completa, y luego se tornaron patentes a los ojos de todos los artificios de redacción del Duque de Broglie. Los panfletos, folletos y artículos contra la universidad se multiplicaban, todos los periódicos católicos la combatían en todos los números, y L’Univers, liderando el movimiento, hacía posible la cohesión del partido católico en torno del conde de Montalembert, jefe incontestable del movimiento.

                Durante la discusión en la Cámara de los Pares, los comentarios de la sesiones en L’Univers eran hechos ora por Veuillot ora por Montalembert. Es interesante notar el lenguaje de los dos, pues más tarde Montalembert criticará acerbamente la violencia de Louis Veuillot. Vamos a reproducir dos extractos, uno de Veuillot y otro de Montalembert.

               
Victor Cousin
Veuillot, comentando la intervención de Victor Cousin en los debates, escribía: “En el doctor del eclecticismo, el retórico se mostró mucho más que el hombre político, el universitario más que el retorico, el cortesano más que el universitario, el comediante más que todo. Hubo momentos en que el Sr. Cousin tenía lágrimas en la voz para elogiar la universidad; en otros, cuando se refería a los jesuitas, se alejaba con horror de la copa de agua azucarada, como si alguna mano devota en él hubiese colocado veneno”.

               
El conde de Molé
Montalembert, por su parte, no perdonó al conde de Molé, hombre que se convirtió en una especie de símbolo de la política francesa, y que ciertos medios católicos veneraban como un modelo de equilibrio y sensatez. Esto es lo que decía Montalembert: “Observamos la actitud activa, noble, digna, significativa y elocuente que tomo en ese debate el conde de Molé, con quien algunos católicos conocidos nuestros tenían la bonhomía de contar como defensor de los votos del episcopado. Todos los días, durante tres semanas, fueron tratadas las cuestiones más graves, más delicadas, más esenciales a la honra y a la seguridad de la Iglesia. Todo lo que los obispos más combatieron y más temieron fue votado sin ninguna modificación. ¿Ese intrépido campeón de los intereses religiosos guardó el más profundo silencio? No. Él se levantó con toda su majestad con aire altivo, y en un tono imperioso pidió la palabra. Todos se callaron, las atenciones se fijaron sobre él. El oráculo habló: ‘Señor canciller, pido que se vote el punto 3 antes que el punto 2 del proyecto en discusión’. Después se sentó, con la tranquila grandeza de la conciencia satisfecha y del deber cumplido”.

                Positivamente, no es posible no saber cuál de los dos era más combativo.

                La discusión tuvo inicio en la Cámara de los Pares, con la oposición del conde de Montalembert. Aislado al principio, el combate cerrado que movió, al parecer de lo relatado por Broglie, contrariando a los mayores nombres de la política francesa y a los corifeos de la universidad, fue granjeando adeptos a la causa católica. Tan brillante fue su actuación, que el dictamen fue aprobado por 85 votos contra 51. Nunca se había visto tal oposición en la Cámara de los Pares. Montalembert alcanzó el pináculo de su política.

                La Cámara de los Diputados debía discutir en seguida el proyecto, pero éste no pudo ser enviado antes de las vacaciones parlamentarias. Un período de treguas se inició. Durante ese intervalo, Thiers, redactor  del proyecto en la Cámara Baja, articuló un tipo de contra-ofensiva que siempre tuvo éxito en las campañas contra la Iglesia. Viéndose perdida, la universidad se dispuso a atacar a los jesuitas, y con eso, dividiendo a los católicos, conseguirá una victoria y una cierta pausa en la lucha emprendida por ellos en favor de la libertad de enseñanza.

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