El periódico L’Avenir apareció en la segunda fase de
Lamennais, cuando éste, renunciando a
sus antiguos principios, procuraba introducir en la Iglesia el espíritu de la
Revolución. Ese periódico hacía parte de un gran movimiento con que él
procuraba alcanzar todos los estratos de la población francesa, orientado por
la “Agencia General para la Defensa de la Libertad Religiosa”, extendido por
toda Francia con la finalidad de congregar a todos los católicos en la lucha
común.
L'Avenir un periódico que intentó introducir el espíritu de la Revolución en la Iglesia |
La carta jurada por Luis Felipe
prometía la libertad de enseñanza, pero, bajo el pretexto de que el gobierno
preparaba las leyes que la regularían, la concretización de esa libertad fue
pospuesta indefinidamente y el monopolio de la Universidad se acentuaba día a
día.
Después de esperar un año, la “Agencia
General para la Defensa de la Libertad Religiosa” resolvió lanzarse a la lucha.
En poco tiempo obtuvo las firmas de 15 mil padres de familia, para una
representación pidiendo que las leyes reguladoras de la disposición
constitucional fuesen enviadas a la Cámara de Diputados. L’Avenir, en todos sus miembros, se manifestó a favor de la
petición. En respuesta, el gobierno reafirmó que las leyes estaban siendo
preparadas. Por intermedio del ministro de educación, el Sr. de Montalivet,
dejó claro su descontento mediante el cierre de las escuelas parroquiales de
Lyon, que hasta entonces habían sido toleradas. Eran escuelas antiquísimas, y
en nada tenían que ver con la enseñanza orientada por la Universidad, pues estaban
exclusivamente destinadas a la enseñanza de las primeras letras a los niños
pobres que querían dedicarse al servicio de la Iglesia. De ese modo Montalivet
indicaba que la tendencia del gobierno era fortalecer el monopolio
universitario, evitando tanto cuanto posible cumplir la carta.
En los primeros días de mayo de
1831 comenzaron a aparecer carteles en los muros de París, con las palabras:
“Libertad de enseñanza – Agencia General para la Defensa de la Libertad
Religiosa funda una escuela gratuita de externos, sin autorización de la Universidad,
en la calle de las Bellas Artes, n°5, en París. La instrucción será dada a los
niños por los miembros de la Agencia General, Sr. de Coux, P. Lacordaire y
vizconde de Montalembert, que toman sobre sí la responsabilidad legar por esta
escuela”.
Lamennais colocó como maestros
de escuela a tres de sus discípulos más representativos. El conde de Coux había
sido profesor de Economía Política en la Universidad de Lovaina y era un nombre
respetado por los medios cultos franceses. El P. Lacordaire, abogado convertido,
ya era considerado un gran orador sacro, fama que llegaría al auge con sus
conferencias de Notre Dame. El vizconde de Montalembert era hijo de un par de
Francia, heredero de un nombre ilustre. A pesar que tenía apenas veinte años en
esa época, su inteligencia ya lo había convertido en líder de la nueva
generación, y más tarde sería uno de los mayores oradores de Francia.
Lacordaire |
Al día siguiente, otra visita de
la policía, esta vez esperada por Lacordaire, de Coux y Montalembert, a quienes
se les ordena cerrar la escuela. Delante del nuevo rechazo, el comisario,
dirigiéndose a la sala de clases, exclamó: “En nombre de la ley, ordeno a los
niños que se retiren”. Lacordaire, poniéndose adelante, replicó: “En nombre de
vuestros padres, de quienes tengo la autoridad, les ordeno que se queden”.
Delante de la resistencia, los niños fueron expulsados a la fuerza por la
policía, la escuela fue cerrada y se instauró un proceso contra los profesores.
El gobierno pretendía tratar la
cuestión sin darle mayor importancia y acabar con el caso lo más deprisa
posible, para no darle tiempo al L’Avenir
de informar a la opinión pública y conquistarla. Delante de esta primera
resistencia, intentó ahogar el proceso, mandando que la propia policía lo
juzgase. Lacordaire, sin embargo, quien antes de convertirse había sido
abogado, alegó la incompetencia de la policía y pidió que la cuestión fuese
llevada al jurado. Sea por el espíritu de independencia en relación al
gobierno, o por sentirse intimidados por la reputación de los acusados, los
jueces de la policía atendieron el pedido de Lacordaire.
La cuestión se complicaba. Las
derrotas del gobierno comenzaban a hacer que las causas que él consideraba muy
pequeñas y sin importancia fueron creciendo poco a poco y atrayendo el interés
de la opinión pública. L’Avenir no perdió oportunidad de explotar el proceso de
modo inquietante. Procurando silenciar la campaña, el gobierno mandó que el
juicio se hiciese sin demora.
Montalembert |
Decía L’Avenir: “Ved a ese francés investido de la dignidad de par. Una
vida nueva comienza para él. Todas las jurisdicciones criminales están muertas
para él. Posee para siempre el derecho de hacer leyes, y lo trasmite a sus
hijos. Pues bien, ese ciudadano lleno de prerrogativas no puede ser maestro de
escuela”.
El día del juicio era
ansiosamente esperado. Todo lo que de mejor y más ilustre tenía Francia quería
ver defenderse al joven par; toda la juventud se regocijaba ante el espectáculo
de un joven de veinte años enfrentando la Cámara de los Pares. Los boletos de
entrada se los peleaban.
En el día fijado, el edificio de la Cámara
estaba repleto, las tribunas regurgitaban y todo el ambiente era favorable a
los acusados. Al subir a la tribuna para hacer su propia defensa, Montalembert
llevó el entusiasmo al auge de la asistencia al responder al barón Pasquier,
que le preguntaba por su profesión: “Charles de Montalembert, Par de Francia y
maestro de escuela”.
Defendiéndose de la acusación
que se le hacía, Montalembert pronunció su primera gran pieza de oratoria.
Lacordaire respondió al representante del gobierno con uno de los más felices
discursos de su vida. La sesión terminó con un éxito enorme en favor de los
acusados, habiendo declarado el barón Pasquier —refiriéndose al discurso de Montalembert— que la Cámara de los Pares vio ese día la aurora de un gran hombre.
Al día siguiente, se reunieron
los pares en sesión secreta para el juicio. El proceso era embarazoso. De un
lado estaba el derecho y la impresión causada en el público por la sesión del
día anterior; de otro el gobierno, que deseaba la condenación. La discusión
duró cuatro horas, después de las cuales la Cámara condenó a los reos a cien
francos de multa. Esa pena irrisoria equivalía a la absolución, de modo que la
primera batalla terminó con la victoria de los católicos.
Poco tiempo después, L’Avenir y la Agencia eran cerrados, y
Lamennais condenado por la Santa Sede. La campaña por la libertad de enseñanza
tuvo que esperar ocho años para ser reiniciada. Durante ese tiempo,
Montalembert se dedicó a la formación del Partido Católico, con el cual llevó
adelante la lucha, en la cual L’Avenir sería
sustituido por L’Univers, de Louis
Veuillot.
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