Lucas 18, 8: “Pero
cuando viniere el Hijo del hombre, ¿os parece que hallará fe sobre la tierra?”
En el Evangelio,
nuestro Señor Jesucristo nos profetizó que en los últimos días la verdadera fe
se habrá casi extinguido en el mundo. Él nos dice que en el mismo “lugar
santo”, justamente ahí, se instalará la “abominación de las desolación” (Mt.
24, 15), y habrá un engaño tan encubierto, que si fuera posible, hasta los
escogidos serían engañados (Mt. 24, 24).
Mateo 24, 15: “Cuando viereis,
pues, la abominación de la desolación, predicha por el profeta Daniel, en el
lugar santo, el que leyere entienda”.
Mateo 24, 24-25: “Porque se levantarán falsos mesías y
falsos profetas, y obrarán grandes señales y prodigios para inducir a error, si fuera posible, aun a los mismos elegidos.
Mirad que os lo digo de antemano”.
2 Tes. 2, 3-5: “Que nadie en modo alguno os engañe, porque antes ha de
venir la apostasía y ha de
manifestarse el hombre del pecado, el hijo de la perdición, que se opone y se
alza contra todo lo que se dice Dios o es adorado, hasta sentarse en el templo de Dios y proclamarse Dios a sí
mismo. ¿No recordáis que estando entre vosotros ya os decía esto?”.
En
1903, el Papa San Pío X pensó que tal vez él ya estaba presenciando los
principios del mal que habrá de ocurrir en los últimos días.
Papa San Pío X, E Supremi, #5, 4 de octubre 1903: “Hay buenas
razones para temer que esta gran perversidad puede ser como si fuera un
anticipo, y tal vez el comienzo de los males que están reservados para los
últimos días; y que ya habita en este mundo el ‘hijo de perdición’ (2 Tes. 2,
3) de quien habla el Apóstol[1].
El
Nuevo Testamento nos dice que este engaño ocurrirá en el corazón de las
estructuras físicas de la Iglesia, en “el templo de Dios” (2 Tes. 2, 4) y
“en el lugar santo” (Mt. 24, 15).
Así será porque las personas no recibirán el amor a la verdad que los salvaría
(2 Tesalonicenses 2, 10)
En 2 Tesalonicenses 2,
San Pablo nos dice que los últimos días se caracterizarán por una gran
apostasía, que será la peor de la historia; peor incluso que la ocurrida
durante la crisis arriana del siglo IV, en la que apenas se podía encontrar un
sacerdote auténticamente católico.
P. William Jurgens:
“En un momento
de la historia de la Iglesia, sólo unos años antes de la predicación de San
Gregorio [Nacianceno] (380 d.C.), quizás
el número de obispos católicos en posesión de sus sedes, a diferencia de los
obispos arrianos, no era mayor entre el 1% y el 3% del total. Si la
doctrina hubiera sido determinada por la mayoría, hoy todos seríamos negadores
de Cristo y contrarios al Espíritu”[2].
P. William Jurgens:
“En tiempos del
emperador Valente (siglo IV), San Basilio fue prácticamente el único obispo
ortodoxo en todo Oriente que tuvo éxito en conservar el cargo de su diócesis. … Si ello no tuviere otra importancia para el hombre moderno, un
conocimiento de la historia del arrianismo debería mostrarle, por lo menos, que
la Iglesia católica no toma en cuenta la popularidad y el número para
determinar y conservar la doctrina: de otro modo, ya hubiéramos abandonado a
Basilio, Hilario, Atanasio, Liberio y Osio y nos llamaríamos arrianos”[3].
San Gregorio de
Niza (†380), Contra los Arrianos: “¿Dónde están los que nos insultan por
nuestra pobreza y se enorgullecen de sus riquezas? ¿Esos que definen a la Iglesia por los números y desprecian al rebaño
pequeño?”[4].
Si
la crisis arriana ―sólo un preludio de la Gran Apostasía― fue tan extensa, ¿cuánto
más extensa será la Gran Apostasía predicha por nuestro Señor y San Pablo?
Profecía de San
Nicolás de Flüe (1417-1487): “La
Iglesia será castigada porque la mayoría de sus miembros, superiores e
inferiores, se pervertirán sobremanera. La
Iglesia se hundirá más y más, hasta que ella, finalmente, parecerá haberse
extinguido, y la sucesión de Pedro y de los otros Apóstoles expirado. Pero
después de esto, ella será exaltada victoriosamente a la vista de todos los
incrédulos”[5].
San Pablo nos dice
además que en esta apostasía un hombre se sentará en el templo de Dios y
se “proclamará Dios a sí mismo”. Más adelante en este libro, demostramos que
esto es exactamente lo que ha sucedido, un hombre ha tomado posesión de la
Basílica de San Pedro proclamando que él y todos los demás son Dios.
El
P. Herman Kramer fue un sacerdote católico que pasó treinta
años estudiando y escribiendo un libro sobre el Apocalipsis. En su libro, él
escribió lo siguiente acerca de la profecía de San Pablo con respecto al
Anticristo sentado en el templo de Dios:
“San Pablo dice que el Anticristo ‘se sentará en el templo de Dios’…
Este no es el antiguo templo de Jerusalén, ni un templo construido por
el Anticristo, como algunos han creído, puesto que sería su templo… este templo
tiene que ser de la Iglesia Católica, posiblemente una de las iglesias en
Jerusalén o la de San Pedro en Roma,
que es la iglesia más grande de todo el mundo y es, en su sentido pleno, ‘el
templo de Dios’”[6].
Nótese
que el P. Kramer dice que “el templo de Dios” se refiere
probablemente a la Basílica de San Pedro en Roma.
Papa Pío XI, Quinguagesimo ante, # 30, 23 de
diciembre de 1929: “… tal fue la cantidad
de personas que vinieron a la Basílica de San Pedro para la indulgencia
del jubileo que, probable, Nos nunca
habíamos visto el gran templo tan lleno de gente”[7].
La Enciclopedia Católica, en su artículo acerca del “Anticristo” nos dice que San
Bernardo creía que el Anticristo sería un antipapa:
“…
San Bernardo habla en el pasaje del antipapa [como la Bestia del Apocalipsis]”[8].
Bto.
Joaquín († 1202): “Hacia el fin del mundo, el Anticristo derrocará al Papa y
usurpará su sede”[9].
Pero créase o no que
el Anticristo será un antipapa, lo que definitivamente ha sido profetizado es
que las fuerzas del Anticristo gobernarán Roma en los últimos días. El 19 de
septiembre de 1846, Nuestra Señora de La
Salette profetizó que, como resultado de la apostasía de la única verdadera
fe católica en los últimos días, Roma perderá la fe y se convertirá en la sede
del Anticristo.
Nuestra Señora de la Salette, 19 de septiembre
de 1846:
“Roma perderá la fe y se convertirá en la
sede del Anticristo… la Iglesia será eclipsada”.
Nuestra Señora lloró en la Salette
Esta alarmante
profecía coincide con las profecías de la Sagrada Escritura (Apocalipsis 17 y
18), que nos dice que la ciudad de las siete colinas (Roma) se convertirá en una ramera (una falsa
Esposa de Cristo), que va a cometer fornicaciones espirituales (idolatría) y se
embriagará con la sangre de los santos (falso ecumenismo). La gran ramera
profetizada en la Biblia no es la Iglesia Católica; es una falsa Iglesia Católica,
una falsa esposa apóstata que llegará en los últimos días para engañar a los
católicos y eclipsar a la verdadera Iglesia, la cual quedará reducida a un
remanente. En este libro presentamos abrumadora, innegable e irrefutable
evidencia, con bases doctrinales y hechos irreprochables, que la “Iglesia”
nacida del Segundo Concilio Vaticano (1962-1965) en realidad no es la Iglesia Católica,
sino más bien una falsa Iglesia masivamente fraudulenta que niega las enseñanzas
fundamentales de la Iglesia Católica.
También demostramos
que los hombres que impusieron esta nueva religión del Vaticano II y la Nueva
Misa en realidad no son católicos, sino herejes manifiestos que predican una
nueva religión.
De hecho, cualquier duda sobre la autenticidad del
mensaje de nuestra Señora de La Salette es eliminada en este libro por un
análisis cuidadoso de la evidencia.
Entre otras cosas, este libro documenta que el Vaticano ahora enseña que los
judíos son perfectamente libres de no creer en Jesucristo.
Esto puede ser
alarmante para algunos, no obstante, es un hecho. Incluso sin que se consideren
todas las otras apostasías que son cubiertas en este libro, este hecho prueba
que las palabras de nuestra Señora se han hecho realidad: Roma (no la Iglesia Católica)
ha perdido la fe (dando paso a una falsa secta no católica) y se ha convertido
en la sede del Anticristo.
A fines de 2001, la
Pontificia Comisión Bíblica publicó un libro titulado El Pueblo Judío y
sus Escrituras Sagradas en la Biblia Cristiana. Este libro sostiene que la continua espera de los judíos por el Mesías sigue
siendo válida y justificada por el Antiguo Testamento. “La espera
mesiánica fue justificada en el Antiguo Testamento”, explicó el portavoz papal
Joaquín Navarro-Valls, “y si el Antiguo Testamento mantiene su valor, entonces
también mantiene eso como un valor. Se dice que usted no puede decir que
todos los judíos están equivocados y nosotros tenemos la razón”. Cuando los
periodistas le preguntaron si sus declaraciones podrían dar a entender que el
Mesías, de hecho, no pudo haber venido, Navarro-Valls respondió, “Ello
significa que sería un error para el católico esperar por el Mesías, pero no
para un judío”. Por ende, esto significa que el Vaticano ahora sostiene que
los judíos son perfectamente libres de rechazar a Cristo; esta es la enseñanza
de los “Papas” del Vaticano II.
Roma
ha perdido la fe y se ha convertido en la sede del Anticristo.
1 Juan 2, 22: “¿Quién es el mentiroso sino aquel que niega que Jesús es Cristo? Ese es el Anticristo,
el que niega al Padre y al Hijo”.
Pero, ¿cómo pudo esto
ocurrir, y qué deben hacer los católicos al respecto? Este libro procura
responder detalladamente ambas preguntas.
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