Es un dogma
de fe que sólo la religión católica es el único camino para la salvación.
Hechos 4, 12: “… en nombre de Jesucristo Nazareno… En ningún otro hay salvación, pues ningún otro nombre se nos ha dado
bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos”.
Marcos 16,
15-16: “Y les dijo
(Jesús): Id por todo el mundo y predicad
el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado se
salvará, más el que no creyere se
condenará”.
En cambio,
los antipapas del Vaticano II enseñan que todas las religiones son buenas y por
eso las respetan y no intentan convertir a los acatólicos. Aquí tenemos a
Francisco felicitando a los musulmanes por el inicio del Ramadán “con el deseo
de abundantes frutos espirituales”. ¿Cómo una religión falsa, que no conduce al
cielo, puede producir frutos espirituales? Esta es una manifestación de herejía
y apostasía.
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Papa Gregorio XVI, Summo iugiter studio, # 6, 27 de mayo de
1832:
“Por lo tanto, ellos deben ser instruidos en la verdadera adoración de Dios, que es
única a la religión católica”[1].
Papa San Gregorio Magno:
“La
Santa Iglesia universal enseña que no es posible adorar verdaderamente a Dios
excepto en ella…”[2].
Papa Clemente IV, Concilio de Vienne,
1311-1312:
“Es
un insulto para el nombre santo y una desgracia para la fe cristiana
que en ciertas partes del mundo se sometan a los príncipes cristianos donde
viven los sarracenos [es decir, los seguidores del Islam, también llamados
musulmanes], a veces separadamente, a veces mezclados con los cristianos, los
sacerdotes sarracenos, comúnmente llamados zabazala, en sus templos o
mezquitas, en las que los sarracenos se reúnen para adorar al infiel Mahoma, invocando cada día a ciertas horas en voz alta y
ensalzando su nombre desde un lugar elevado… Esto acarrea un descrédito para nuestra fe y causa gran escándalo a
los fieles. Estas prácticas no pueden ser toleradas sin disgustar a la majestad
divina. Por lo tanto, con la aprobación del sagrado Concilio, Nos
prohibimos estrictamente a partir de ahora esas prácticas en tierras
cristianas. Ordenamos a los príncipes
católicos, a todos y cada uno… Se
les prohíbe expresamente la invocación pública del nombre sacrílego de Mahoma…
Aquellos que presuman actuar de otra manera serán castigados por los príncipes
por su irreverencia, para que los otros puedan sentirse desalentados para un
tal atrevimiento”[3].
Papa Eugenio IV, Concilio de Basilea,
sesión 19, 7 de septiembre de 1434:
“…
hay esperanza de que muchos de los de la
abominable secta de Mahoma se convertirán a la fe católica”[4].
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