UNA INVERSIÓN
FUNDAMENTAL EN LOS OBJETIVOS DE LA IGLESIA
Robert P. Banaugh, Ph.D.
Advertencia
a nuestros lectores: el autor de este artículo no sostiene la postura
sedevacantista que sostenemos nosotros. Al publicar su artículo, no pretendemos
con ello darle la razón o dar a entender que creemos que su posición no-sedevacantista
es una segunda posición que se pueda admitir, tan válida como la nuestra. Publicamos
su artículo simplemente porque es útil para dar a los lectores más
conocimiento y elementos de juicio para que lleguen a la conclusión de que
esa Iglesia del Vaticano II no es y no puede ser la verdadera Iglesia
Católica fundada por Cristo. Para conocer la respuesta a las objeciones más
comunes en contra de la posición sedevacante, por favor haga clic aquí.
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El 7 de diciembre de 1965, en su
discurso de clausura del Concilio Vaticano II, Pablo VI anunció: “La Iglesia ha
decidido servir al hombre, para ayudar al hombre a construir un hogar aquí en
esta tierra”.
Paulo VI estableció una nueva misión: la Iglesia debe servir al hombre |
Según Pablo VI, las autoridades
actuales de la Iglesia conciliar ya no asistirá más a los fieles a alcanzar con
el propósito sobrenatural para el que fueron creados, que es “conocer, amar y
servir a Dios, y estar eternamente con Él en el cielo”. Por lo tanto, los
objetivos principales de la Iglesia, fundada por Cristo con el propósito de dar
honor y gloria a Dios y la salvación de las almas, fueron invertidos: No la
salvación de las almas, sino la mejora del bienestar humano se convirtió en un
objetivo principal para la Iglesia conciliar.
Puesto que Paulo VI estaba muy
consciente de las palabras de Jesús —“Buscad primero
el reino de Dios y su justicia y todas las demás cosas se os darán por
añadidura” (Mt. 6, 33)— Este
cambio en el propósito fue, de hecho, el más radical de los cambios.
En el mismo discurso, Paulo VI dijo: “La Iglesia del Concilio sí se ha
ocupado mucho, además de sí misma y de la relación que le une con Dios, del
hombre tal cual hoy en realidad se presenta: del hombre vivo, del hombre
enteramente ocupado de sí, del hombre que no sólo se hace el centro de su
interés, sino que se atreve a llamarse principio y razón de toda realidad.
”El humanismo laico y profano ha aparecido, finalmente,
en toda su terrible estatura y, en un cierto sentido, ha desafiado al Concilio.
La religión del Dios que se ha hecho Hombre, se ha encontrado con la religión —porque tal es— del hombre que se hace Dios
”¿Qué ha sucedido? ¿Un choque, una lucha, una
condenación? Podía haberse dado, pero no se produjo. La antigua historia del
samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio. Una simpatía
inmensa lo ha penetrado todo. El descubrimiento de las necesidades humana —y son tanto mayores, cuanto más
grande se hace el hijo de la tierra— ha absorbido la atención de nuestro
sínodo.
”Vosotros, humanistas modernos, que renunciáis a la
trascendencia de las cosas supremas, conferirle siquiera este mérito y
reconocer nuestro nuevo humanismo: también nosotros —y más que nadie— somos promotores del hombre”.
Cuatro años más tarde, el 13 de julio de 1969, Pablo VI
subrayó de nuevo esta nueva elevación del hombre al declarar:
“El hombre es a la vez gigante y divino en su origen y en su
destino. Honor, pues, para el hombre, honor de su dignidad, a su espíritu, a su
vida”.
Por tanto, según Paulo VI, no sólo se habría cambiado
radicalmente el propósito de la Iglesia, sino también la relación entre Dios y
el hombre. El cumplimiento por parte la “Iglesia” de ambos el nuevos propósitos
y el nuevo “status” del hombre, se basa en nociones tan intangibles como el
diálogo, la unidad en la diversidad, la construcción de una comunidad mundial
de amor a través del diálogo, el logro de una unidad en la diversidad entre todos
los pueblos del mundo, estableciendo una única religión mundial definida en el
hombre, etc.
El nuevo objetivo es claramente inalcanzable puesto que
contradice las palabras de Jesús citadas al comienzo, como también la palabra
de Dios en Jeremías: “Maldito el hombre que en el hombre pone su confianza, y
de la carne hace su apoyo, y aleja del Señor su corazón” (Jeremías 17, 5).
El Concilio inspiró cambios en los
principios básicos de la fe y sus ritos litúrgicos como se entendían antes del Concilio.
Los cambios enfatizaron acciones como la colaboración con autoridades de
diferentes sectas religiosas, como también con autoridades seculares para la
mejora del bienestar humano, el logro de la paz mundial, etc. Para alcanzar los
nuevos objetivos, las enseñanzas de Cristo fueron simplemente ignoradas, como
también el propósito que Él le dio a su Iglesia.
Francisco envió una carta al Primer Ministro Cameron: "El objetivo de la política y de la economía es servir a la humanidad |
Durante muchos siglos antes del
Vaticano II, la Iglesia se dedicó a ayudar a los fieles cumplir con la amonestación
de Cristo en Mateo 6, 33. Como consecuencia de ello, la Iglesia gozó de un
período de crecimiento constante en el número de sus miembros, su clero y sus
instituciones religiosas. En todo el mundo se respetaba su autoridad moral y su
influencia social.
Además, la obra caritativa de la
Iglesia era enormemente admirada debido al gran número de escuelas y hospitales
que ella había construido, apoyado y puesto a disposición de muchos de los
pobres.
Sin embargo, poco después de la
clausura del Concilio Vaticano II decenas de miles de religiosos y clérigos abandonaron
la Iglesia. Su abandono llevó al recorte de muchos servicios religiosos, al
cierre de cientos de escuelas católicas y a la severa limitación de la
capacidad de los hospitales católicos y organizaciones de caridad para
proporcionar servicios médicos y caritativos a los pobres.
Además, la fe católica fue
abandonada por cientos de miles de católicos. Esta devastación de la Iglesia
comenzó casi inmediatamente después de la clausura del Concilio. Pronto se hizo
tan evidente que, apenas tres años después de su clausura, Pablo VI se sintió
obligado a declarar: “La Iglesia ha entrado en un proceso de auto-demolición”.
La pérdida súbita y aguda de la
influencia religiosa y moral de la Iglesia ha sido tan notable que ha levantado
mucha discusión tanto entre los católicos y acatólicos. Lamentablemente, esta
auto-demolición no ha disminuido debido a las novedosas enseñanzas y las
acciones de las autoridades de la Iglesia conciliar.
La Iglesia conciliar asumió los ideales humanistas de la masonería. En la foto, una misa para masones en Brazil |
continuará...
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