sábado, 8 de septiembre de 2012

La Natividad de Nuestra Señora


Plinio Corrêa de Oliveira

Podemos medir la inmensa finura de la Iglesia con respecto a todo cuando consideramos que el único santo con una fiesta especial para su cumpleaños es nuestra Señora. No estamos considerando Navidad, por supuesto. La Natividad de Nuestra Señora corresponde al culto de hiperdulía que la Iglesia reserva para ella.
La glorificación de María por Fray Angelico
La Iglesia reserva el culto de latría o adoración, sólo a Dios; para nuestro Señor Jesucristo, que es el Verbo encarnado. El culto de dulía o veneración, la Iglesia lo asigna a los santos. Pero con respecto nuestra Señora la Iglesia tiene un culto que no es ni el simple culto de dulía ni el supremo culto de latría, sino que el culto de hiperdulía, que es una veneración superior que no tiene paralelo o similitud con ninguna otra.
 Por lo tanto, tenemos una fiesta que celebra el cumpleaños de la Santísima Virgen, una de las muchas fiestas que la Iglesia reserva para ella.
 Análogamente, debido a su singular virtud, la Iglesia admite que en una iglesia pueda haber más de una imagen de la Virgen en un mismo altar, una norma que no se aplica a ningún otro santo. De esta manera ella da a entender que la Virgen no tiene comparación con ninguna otra criatura. Es una forma litúrgica para enseñar la verdad teológica de que Ella es la Madre de Dios.
 La fiesta del día de la Natividad de Nuestra Señora nos lleva a preguntar: ¿Qué ventaja trajo su nacimiento para la humanidad? ¿Y por qué la humanidad debe celebrar su natividad de manera especial?
 En el orden de la naturaleza, nuestra Señora fue concebida sin el pecado original, dándole un singular e incomparable valor. Ella fue un lirio de incomparable belleza que apareció en la noche de esta tierra de exilio. Ella también tuvo todos los dones psicológicos naturales que una mujer pueda tener.  Dios le dio la personalidad más rica que se pueda imaginar. A esto, Él le añadió dones del orden sobrenatural, los tesoros de gracias que le eran suyos. Ella recibió las más preciosas gracias que Dios ha concedido a ninguna criatura.
La Natividad de la Virgen por Andrea di Bartolo
 Puesto que no tenía el pecado original, Ella tuvo pleno uso de la razón desde el momento en que fue concebida. Por lo tanto, ya en el seno materno, nuestra Señora tuvo pensamientos muy elevados. El seno de Santa Ana fue para ella una especia de templo. Allí Ella ya estaba intercediendo por la raza humana y comenzó a suplicar ―con la más alta sabiduría que fue un don de Dios― por la venida del Mesías. En realidad, Ella estaba influyendo en el destino de la humanidad como una fuente de gracias. La Escritura nos dice que la túnica que vestía nuestro Señor era una fuente de gracia que curaba a quien la tocaba; siendo así, podemos imaginar cómo nuestra Señora, la Madre del Salvador, fue una fuente de gracias para cualquiera que se aproximaba a Ella, incluso antes de Ella nacer. Por esta razón, podemos decir que en su natividad, gracias inmensas comenzaron a brillar para la humanidad y el demonio comenzó a ser aplastado. Ella percibió que el cetro del demonio se había agrietado y que nunca sería el mismo otra vez.
 En el momento de su nacimiento, el mundo estaba sumido en el más radical paganismo. Los vicios prevalecían, la idolatría dominaba todo, la abominación había penetrado la religión judía, que era un presagio de la religión católica. La victoria del mal y del demonio parecía casi completa. Pero en cierto momento, Dios y su misericordia, decretaron que nuestra Señora debía nacer. Este fue el equivalente al comienzo de la destrucción del reino del demonio.
 Nuestra Señora era tan importante que su nacimiento marca una nueva era en la Antigua Alianza. La historia de la Antigua Alianza fue una larga espera por la venida del Mesías. Después del pecador original de nuestros primeros padres, la humanidad tuvo que esperar 3000 o quizás más años por el Mesías. Pero en cierto bendito momento, la divina Providencia dispuso que debía nacer una mujer que merecería la venida del Mesías. Su natividad representa la entrada en el mundo de la criatura perfecta que encontró gracia delante de Dios y tuvo el mérito suficiente para poner fin a esta larga espera.
María mediadora por Van Eyck
 Todas las oraciones, sufrimientos y fidelidades de los hombres justos vivos y muertos alcanzaron su cúspide con la llegada de la Virgen. Hubo patriarcas, profetas, hombres justos entre el pueblo elegido y ciertamente algunos hombres justos entre los gentiles que habían rezado, sufrido, y esperado; nada de esto fue suficiente para atraer la llegada de la Redención. Pero cuando Dios lo quiso, Él hizo que la criatura perfecta naciera para ser la Madre del Salvador. Por lo tanto, la entrada de esta primorosa criatura en el mundo marca el presagio de la Redención. Las relaciones entre Dios y el hombre comenzaron a cambiar, y las puertas del cielo que habían sido herméticamente cerradas fueron semi abiertas, permitiendo que pasara la luz y la briza de la esperanza.
 Su nacimiento representa la entrada en el mundo de una nueva gracia, una nueva bendición, una nueva presencia que fue un incomparable presagio de la presencia, bendición y gracia que vendría con el Salvador.
 Por todas estas razones, la Fiesta de la Natividad de Nuestra Señora debe ser de las más queridas para nosotros. Es el evento que anuncia la caída del paganismo.
 Puesto que somos hijos de la Virgen, no por nuestros propios méritos, sino por su elección, en este día podemos pedirle a Ella una gracia especial. Muchos místicos que tuvieron visiones de nuestra Señora dijeron que en sus días de fiesta Ella visita el purgatorio para liberar un gran número de almas que Ella lleva consigo al cielo. Lo que pasa con la Iglesia purgante (el purgatorio) nos da una idea de lo que ocurre con la Iglesia militante. En estos días de fiesta su gracia nos envuelve y gana innumerables favores para nosotros.
 Sugiero que en su natividad cada uno de nosotros le pidamos las gracias que necesitemos. Pero también sugiero que como contrarrevolucionarios, le pidamos que nos dé el amor y el deseo ardiente por el Reino de María similar al deseo que Ella sentía por el Mesías. Un deseo sabio y reflexivo que limpie nuestras almas de todo apego a este mundo revolucionario y nos permita ser sus instrumentos para la destrucción de la Revolución y la implantación de su Reino.

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