Imagen de la fortaleza-prisión de la Bastilla de San Antonio (grabado alemán del siglo XIX). |
De alguna manera es
muy apropiado que una republica tenga una fiesta como el Día de la Bastilla. Las repúblicas, después de todo, tienden a basarse en una minoría que dice mentiras
a la mayoría, que finge que lo que ella busca es para el
mayor beneficio de esa mayoría; y de una mayoría que finge que le cree, que
están de acuerdo con la farsa, a
pesar de que sabe perfectamente que
le están mintiendo. Un lado finge
cuidarlos, el otro finge creerles, y todos van juntos
porque quieren creer en la narrativa
y no quieren ser aturdidos con
los hechos. De la misma manera, el
Día de la Bastilla es, como dijo el mismo Napoleón acerca
de la historia, “un montón de mentiras aceptadas”. La historia oficial dice que la toma de la Bastilla, el 14 de julio de 1789, fue un atentado
simbólico contra la tiranía, marcando
oficialmente el inicio de la
Revolución Francesa como una lucha heroica por la liberación de la “esclavitud” impuesta por la autoridad
tradicional (la monarquía, la
aristocracia y el clero) y los
valores morales tradicionales que sustentaban dicha autoridad. Los monárquicos saben, y todo el mundo debería saberlo también, que los hechos están muy lejos de esta narrativa ideal que se celebra hoy como la
fiesta nacional francesa.
El rey Luis XVI hizo cuanto pudo por mejorar y aliviar los problemas que aquejaban a su pueblo |
No hay duda que en aquella
época el reino de Francia estaba en una profunda crisis. La economía estaba en ruinas, el hambre
y la pobreza era generalizada, muchos en la aristocracia estaban viviendo una vida de complacencia,
separados del pueblo del cual ellos deberían
haber estado cuidando y muchos
en el clero estaban más preocupados por
su propia comodidad que con la administración de los sacramentos y enseñando
a su pueblo. No obstante, los dos jóvenes que estaban en la cúspide del poder en Francia, su cristianísima
majestad el rey Luis XVI y la reina
María Antonieta, no eran ciegos o indiferentes a estos problemas. Ambos habían estado trabajando por su lado para resolver los inmensos problemas que habían heredado tan recientemente. El rey Luis XVI promulgó muchas políticas de sentido común para aliviar el sufrimiento de su pueblo. Redujo los gastos en Versalles, recortó los gastos generales del gobierno,
se negó a seguir endeudándose y a
subir los impuestos. Acabó con el
monopolio del gobierno sobre el
grano, lo que permitió reducir
los precios para que más personas pudieran costearlos. Por primera vez gravó
a los terratenientes ricos y, aunque él no
estaba obligado, pagó su propia cuota como cualquier otro terrateniente debía hacer. Del mismo modo, la reina María Antonieta contribuyó a educar a los niños pobres, dejó su propia cocina abierta
a los pobres, puso término a las fiestas
lujosas (sí, a pesar de todo lo
que usted probablemente ha oído hablar) y simplificó
su propio guardarropa, en un esfuerzo de
llevar una elegante austeridad.
Desafortunadamente, los problemas acumulados por décadas no se pudieron superar rápidamente y los agitadores radicales
estaban haciendo todo lo posible para
engañar, desinformar y radicalizar la opinión pública,
mientras difundían la más perversas
mentiras que se podían pensar respecto de su rey y la reina. Por ejemplo, en un esfuerzo para pagar la guerra contra Gran Bretaña a favor de los Estados Unidos, el rey
Luis XVI promulgó una reforma tributaria que elevó la recaudación, pero redujo los impuestos
para los pobres. Los propagandistas
revolucionarios jugaron su juego
de desinformación diciendo simplemente al pueblo que el rey habría de percibir más dinero (no menos de los pobres) e implicando o
declarando abiertamente que todo eso era para su propio enriquecimiento
más que para pagar las necesidades
del país. El rey Luis había hecho todo lo posible para ser razonable y complaciente. Al principio de su reinado, había estimulado los parlamentos locales
y reconvocó los Estados Generales. Sin
embargo, los agitadores sólo incrementaron su agitación, incitando a la multitud en un frenesí y culpando al rey de los males que él absolutamente no podía
controlar. Finalmente, alguien señaló a la prisión-fortaleza de la Bastilla como el símbolo de la imposición del poder real absoluto que tenía que ser eliminado.
Toma de la Bastilla, pintado en 1928 por Henri Paul Perrault. |
El 14 de julio 1789 un populacho de
París asaltó la Bastilla, que en
realidad no tenía nada que ver con lo que habían dicho o
lo que la mayoría de la gente de
hoy cree que fue. Naturalmente,
por fuera parecía muy cruel y amenazante,
pero dentro, las condiciones como
prisión no eran terribles;
ciertamente no era peor que cualquier
otra prisión de la época y probablemente
mejor que la mayoría. El hecho
era que prácticamente no había nadie en
la Bastilla. La representación popular tendría que hacer creer que la Bastilla estaba llena de pobres, víctimas torturadas por un monarca autocrático. De hecho, estaba casi vacía de prisioneros. Las únicas personas había para ser liberadas eran cuatro falsificadores, dos lunáticos
y un pervertido que había sido encerrado a petición de
su propia familia. Las verdaderas
víctimas fueron los desafortunados hombres que sólo hacían su
trabajo de proteger la prisión.
Todos los 120 soldados fueron brutalmente masacrados por la turba hacha en mano,
y al gobernador le cortaron la cabeza y la clavaron en una
pica. Este fue el comienzo sangriento
y sin gloria del horrible baño de sangre conocido como la Revolución Francesa.
Toma de la Bastilla, pintado en 1793 por Charles Thévenin, Museo Carnavalet. |
El episodio es tan ridículo que casi sería una ocasión para reír si
no fuera por la muerte y el
horror que significó. La Bastilla
no era una espantosa cámara de tortura llena de infelices que debían ser salvados por la multitud rebelde. Se
trataba de un bastión decadente de un par de locos y unos pocos delincuentes
de poca monta. Las verdaderas víctimas fueron los hombres que vestían el uniforme del rey, que fueron ferozmente
atacados por una multitud que no había
encontrado lo que esperaba. Después ellos demolieron la Bastilla y por eso que se trata de la farsa
ridícula, por la que turistas de todo el mundo vienen a París esperando ver a la famosa Bastilla sólo
para que les digan que ese lugar no existe desde un par
de siglos. De nuevo, más que algo apropiado para una celebración se trata de una
farsa, basada en una mentira
acerca de un período de la
historia que fue más sangriento
que glorioso, que fue más de libertinaje que de
libertad, más acerca de la maldad que de la igualdad
y más acerca del fratricidio que de
la fraternidad. ¿Qué podría ser mejor para un día de fiesta de la República Francesa cuando se piensa en
ello?
Por supuesto, el verdadero motivo de celebración será cuando Francia rechace las
mentiras y las ilusiones de la
Revolución y regrese a la senda
de Dios, de la gloria y del Antiguo
Régimen.
¡Viva el rey!
Extraído de: The
Mad Monarchist, traducido por LDP
Véase también: Lacara oculta de la Revolución Francesa
y
1 comentario:
Libertad ! Igualdad ! Fraternidad !
Jaques de Molay estás vengado !!!!
Viva la Revolución !!!
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