Santo del
Día[i]
¡Nuestra Señora
del Buen Suceso! ¡Nuestra Señora de la Purificación! ¿Qué se puede decir acerca
de estas dos invocaciones? ¿En qué sentido el día de la fiesta del Buen Suceso
se relaciona a la Fiesta de la Purificación? ¿Y cómo pueden estas invocaciones
ser entendidas en relación con nuestra lucha en los tiempos actuales?
De acuerdo con el
precepto del Antiguo Testamento, una madre después de 40 días del nacimiento de
su hijo, tenía que ir al templo a presentarse para ser purificada y llevar a su
niño para ofrecerlo a Dios. Este era un precepto que observaba toda buena madre
israelita. Era, además, una hermosa ley que reflejaba la santidad de Dios.
La Presentación en el Templo |
Un niño nace en
medio de los peligros que acompañan a cada gestación. Pero, finalmente, nacía. ¡Oh,
que dichoso suceso! Tan pronto como la madre se recupera lo suficiente como
para viajar, ella tomaba al niño e iba al Templo. Ella iba y presentaba su hijo
a Dios porque Él fue quien lo creó de manera que podía ser ofrecido a Dios y
vivir para él. La Ley Antigua hizo que esta presentación fuese obligatoria.
Debido a que Ella no
tenía pecado original, la Virgen estaba por encima de la Ley Antigua. Del mismo
modo, el Señor, que es Dios, no estaba sujeto a la ley que Él mismo había
promulgado. El legislador es superior a la ley. Así que, en principio, Él no
estaba obligado a ir, y la Virgen no estaba obligada a llevarlo al Templo de
Jerusalén. Pero Ella quiso hacerlo. Ella quiso hacer esto por respeto a la ley,
por respeto a la tradición. Ella, porque amaba la tradición y animada por su
intenso amor por Dios, tomó a su Hijo, la Segunda Persona de la Santísima
Trinidad, y lo llevó al Templo de Jerusalén.
Además, tenemos la
historia de los Evangelios sobre ese episodio en el Templo. Es Dios encarnado
que entra en el templo construido a adorarlo. Incluso si el Templo hubiese sido
mucho más espléndido de lo que fue el Templo de Jerusalén, aún así no habría
sido suficiente para que el Dios encarnado entrarse. Esa fue la mayor hora, la
hora bendita, la hora perfecta. Nunca antes en su historia [la historia del
Templo], la presencia de Dios fue tan intensa y completa en que el Templo como
lo fue en esa hora. Se puede decir que en ese momento, los ángeles llenaron el
Templo y comenzaron a cantar para celebrar el solemne momento. Nuestra Señora
entró sosteniendo en sus brazos a nuestro Señor. Sin embargo, casi nadie se dio
cuenta de la magnitud del evento.
La decadencia
religiosa del pueblo elegido era grande en esa época. Los fieles estaban
divididos en dos corrientes principales: Unos querían adaptarse a la influencia
greco-romana que dominaba el mundo temporal. Eran los Saduceos, en muchos
puntos análogos a los progresistas de los días presentes. La otra corriente
pretendía seguir el influyente partido de los Macabeos y mantener las antiguas
tradiciones de Israel. Pero, por desgracia, esta buena intención inicial se había
desviado, y la mayoría de este grupo estaba simplemente practicando una religión
de fórmulas y ritos, vacía de toda alma. Ellos eran los fariseos, en muchos
puntos, similares a algunos falsos tradicionalistas de nuestros días. Treinta
años más tarde, los jefes de los fariseos que se rebelaron en contra de la
doctrina de nuestro Señor, fueron los que dirigieron el complot para
crucificarle.
En la época en que
nació nuestro Señor, ambas corrientes estaban muy lejos del camino de Dios. El
templo estaba lleno de puestos de personas que hacían negocios de todo tipo.
Casi todo estaba en ruinas, era una verdadera decadencia moral.
El profeta Simeón recibió al Niño y lo reconoció como el Mesías |
Entonces, Aquel
que es el Autor de todas las cosas entró en esas ruinas espirituales. Y esos
hombres de ruina no percibieron quién era Él. Él fue a cumplir el ritual de la
presentación, y un profeta, Simeón, que fue el profeta elegido por Dios para
este acto de recibir al Hijo de Dios en el Templo, salió a su encuentro. Al
recibir al Divino Niño en sus brazos, pronunció las palabras de aquel cántico: Nunc dimittis servum tuum Domine...
“Ahora, podéis
despedir a vuestro siervo en paz, oh Señor, conforme a tu palabra.
Porque mis
ojos han visto mi salvación,
que habéis
preparado ante todos los pueblos,
una luz de
la revelación para los gentiles, y la gloria de tu pueblo Israel”.
Nuestra Señora, llena
de júbilo, escuchó estas palabras de aquel anciano, que parecía llevar una vida
amarga por una promesa que aún no se había realizado. La promesa de Dios era
que él iba a ver al Mesías antes de morir. Entonces, cuando él ve al Mesías llegar,
exclamó: “Ahora, Señor, puedo morir en paz, porque mis ojos han visto al
Salvador.
Él los bendijo, y le
habló a la madre acerca del futuro del niño. Él profetizó la Gloria y la Cruz.
Él dijo: “He aquí que éste está puesto para la ruina y resurrección de muchos
en Israel, y como un signo de contradicción”.
La profetisa Ana
también cantó las glorias del Niño. Por inspiración divina, Simeón y Ana dieron
a conocer lo que hasta entonces sólo San José y María y algunos pocos sabían:
que Él era el Hijo de Dios.
Nuestra Señora del Buen Suceso |
¿Cuál es la
relación de este evento con Nuestra Señora del Buen Suceso? ¿De qué se trata
este buen suceso? Se trata de un acontecimiento digno de mención, algo que
exige atención, sacrificio y dedicación, y que da un buen resultado. Cuando
este resultado es bueno, se dice que es un buen suceso. Hubo mucho buen suceso
en el nacimiento de Nuestro Señor: la gestación de la Virgen fue perfecta, fue
seguida por un parto bendito y feliz, y el niño era sano y perfecto. Por lo
tanto, para conmemorar tal buen suceso y cumplir con el precepto de la
purificación, la Virgen que lo llevó al templo.
En el más amplio
sentido de la palabra, un buen suceso se aplica también a todos aquellos que
llevan a cabo una labor ardua, que asumen una gran responsabilidad, que desean
hacer cosas difíciles para alcanzar el resultado por el que están luchando.
Cuando sus esfuerzos se llevan a cabo con el buen resultado deseado, tienen un
buen suceso. La Virgen es la patrona de todos los que buscan un buen suceso en
el servicio de su causa.
Los Sres. puede
ver cómo ello es apropiado para nuestros días, cómo aquellos que trabajan y se
esfuerzan en la oscuridad de la noche del neopaganismo de nuestros días para ver el sol del Reino de María, legítimamente podrán llamar al resultado, un buen suceso.
¿Acaso no se puede decir que la Virgen del Buen Suceso será la patrona tan
felizmente elegida de la hora en que el Reino de María por fin nazca sobre la
Tierra?
[i] Los Santos del Día eran unas breves reuniones en
las que el Prof. Plinio ofrecía una breve reflexión o comentario relacionado
con el santo o la fiesta religiosa que se celebrara en aquel día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario