SANTO TOMÁS DE AQUINO, el doctor Angélico, llamó a Guillermo
del Santo Amor y a sus secuaces: “Enemigos de Dios,
ministros del diablo, miembros del Anticristo, enemigos de la salvación del
género humano, difamadores, réprobos, perversos, ignorantes, iguales a Faraón”.
SAN GREGORIO MAGNO dijo de Juan, obispo de Constantinopla,
que tenía “un profundo y nefando orgullo, la
soberbia de Lucifer, fecundo en palabras necias, vanidoso y escaso de
inteligencia”.
SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA llamaba a los herejes de: “bestias feroces – lobos rapaces – canes dañados que
atacan traidoramente – bestias con rostros de hombre – yerbas del diablo,
plantas destinadas al fuego eterno”.
SAN FRANCISCO DE SALES dice: “Los
enemigos declarados de Dios y de la Iglesia deben ser difamados tanto cuanto se
pueda, desde que no se falte a la verdad, siendo obra de caridad gritar ‘he ahí el lobo’ cuando está entre el
rebaño o en cualquier lugar donde sea encontrado”.
SAN BERNARDO, el doctor Melifluo, dice de Arnaldo de
Brescia: “Desordenado, vagabundo, impostor, vaso de
ignominia, escorpión vomitado de Brescia, visto con horror en Roma, con abominación
en Alemania, desdeñado por el Romano Pontífice, alabado por el diablo, obrador
de iniquidades, devorador del pueblo, boca llena de maldición, sembrador de
discordias, fabricador de cismas, lobo feroz”.
De SAN JERÓNIMO, doctor Máximo de las Escrituras: “jamás perdoné a los herejes y empleé todo mi celo en
hacer de los enemigos de la Iglesia mis enemigos personales”.
SAN BUENAVENTURA, el doctor Seráfico, dice del heresiarca
Geraldo: “Protervo, calumniador, loco, envenenador,
ignorante, embustero, malvado, insensato, pérfidos”.
SAN POLICARPO de Smirna, discípulo del apóstol San Juan,
responde a Marciano, hereje docetista, que le preguntaba si lo conocía: “Sí, sin duda, eres el primogénito de Satanás”.
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