En la Edad
Media el régimen era de opresión.
Dice también
este mito falso: el señor extorsionaba al vasallo, que a su vez extorsionaba a
los que le eran inferiores. La base de esa opresión era el vínculo feudal. Los
inferiores sólo obedecían por miedo. Por lo tanto, era un orden de cosas
odiable, una cascada de opresión y de desprecio.
Refutación:
La Edad
Media fue una época de armonía social, porque los hombres establecieron sus
relaciones en el vínculo protección-servicio. Era una gradación de mucho
respeto y estima. Por lo tanto, un orden de cosas justo y deseable.
Documentación
1. – Documentos medievales mostrando la armonía
entre señor y vasallo
POEMA DE “EL CID”
(de aproximadamente 1300, en el texto establecido por Ramón Menéndez Pidal,
edición 1969):
El
Cid piensa dormir en cierto lugar, y habla a los vasallos: “Díjoles a todo como
ha pensado trasnochar; y todos, buenos vasallos, lo aceptan de voluntad; Pues
lo que manda el señor, dispuestos a hacer están”.
“Mio
Cid Rodrigo Díaz a Alcácer tiene vendido; Y así pagó a sus vasallos que en la
lucha le han seguido. Lo mismo a los caballeros que a los peones, hizo ricos;
Ya no queda ni uno pobre de cuantos le hacen servicio. Aquel que a buen señor
sirve, siempre vive en paraíso”.
El
Cid expone a sus caballeros el plan de batalla para defender Valencia: “Oídme,
mis caballeros: … Cerca del amanecer, armados estad; El obispo don Jerónimo la
absolución nos dará: Y después de oír su Misa, dispuestos a cabalgar, a atacarlos
nos iremos, de otro modo no será; En el nombre de Santiago y del Señor
celestial. Más vale que lo venzamos que ellos nos cojan el pan; Entonces
dijeron todos: ‘Con amor y voluntad’”.
CHANSON DE ROLAND
(el más famoso poema épico medieval, surgido entre 1090 y 1180):
En
la batalla de Ronceveaux, Roland incentiva a sus guerreros a la lucha: “Por su
señor cada uno debe sufrir grandes males, soportar los grandes fríos y los
grandes calores, y debe perder la sangre y la carne. Golpea cada uno con su
lanza y yo con Durendal, mi buena espada que el rey me dio. Si yo aquí muero,
que el futuro pueda decir que ella fue de un noble vasallo”.
El
arzobispo Turpin, par de Carlomagno: “Del otro lado está el arzobispo Turpin. Él
espolea su caballo y sube una elevación. Llama a los franceses y les hace un
sermón: ‘Señores barones, Carlos nos colocó aquí. Debemos morir bien por
nuestro rey’”.
Cuando
un sarraceno ofende a Carlomagno, diciendo que no es un buen señor, Roland le
replica antes de darle muerte: “¡Vil pagano, mentiste! Carlos, mi señor, nos
protege siempre”.
Llanto
de Carlomagno al encontrar a Roland, su predilecto, muerto en el campo de
batalla: “Amigo Roland, Dios te llevó… Nunca se vio sobre la tierra un caballero
tan luchador. Mi honra está profundamente abatida. Amigo Roland, ¡Dios ponga tu
alma en las flores del paraíso, entre los gloriosos! Jamás tendré más el
sustento de mi honra: no creo más tener sobre la tierra un solo amigo; si tengo
parientes, ninguno es tan bravo… ¿Quién guiará mis ejércitos tan vigorosamente,
cuando está muerto aquel que siempre fue su jefe? ¡Oh Francia, como quedaste
desierta! Mi luto es tan pesado, que yo querría no existir más. Roland, quien
te mató devastó Francia… Tengo un luto tan grande por los caballeros que por mi
murieron, que desearía no vivir más”.
Carlomagno
convoca a los francos a la venganza del derecho ultrajado: “Barones, yo os amo
y tengo fe en vosotros. Por mí hicisteis tantas batallas, tantas conquistas de
reinos y destronamiento de reyes. Sé que os debo agradecer de mi persona, en
tierras, en riquezas. Vengad a vuestros hijos, vuestros hermanos y vuestros
herederos, que en aquella noche perecieron en Roncevaux. Vosotros bien sabéis
que contra los paganos el derecho es por mí”.
2. – Autores modernos
“La
imagen medieval de pobreza, la realeza y la voluntad divina están ilustradas en
una ‘Vida de Eduardo el Confesor’, del siglo XIII. Esta historia narra que
Gilla Michael, un paralitico inglés, fue a Roma en busca de remedio, pero (el
sucesor de) San Pedro le dijo que quedaría curado si el rey Eduardo de
Inglaterra lo llevase a sus espaldas desde Westminster Hall hasta la abadía de
Westminster. El virtuoso monarca consintió. Por el camino el paralítico sintió
que ‘se le aflojaban los nervios y se le estiraban las piernas’. La sangre de
sus llagas corría por las vestiduras reales, pero el rey lo llevó hasta el
altar de la abadía. Allí quedó curado, comenzó a andar y colgó sus muletas,
como recuerdo del milagro” (Chr. Brooke, profesor de Historia Medieval en la
Universidad de Liverpool, en “La Baja Edad Media”, Ed. Labor, Barcelona, 1968,
p. 32).
“Y
como las nociones de flaqueza y de poder son siempre relativas, se ve, en
muchos casos, el mismo hombre hacerse simultáneamente dependiente de uno más
fuerte y protector de los más humildes. Así se comienza a construir un vasto
sistema
de relaciones personales, cuyos hilos entrecruzados corrían de un nivel
a otro del edificio social” (Marc Bloch, profesor en la Universidad de la
Sorbona, en “La Société Féodale”, Ed. Albin Michel, París, 1970, p. 213).
“El
prestigio real es muy vivo. En el fondo de los bosques más distantes, el último
de los campesinos sabe que existe el rey… ungido con oleos santos, consagrado…
y que está encargado de mantener en todo el territorio del reino la paz y la
justicia” (Georges Duby, gran historiador moderno, en “Histoire de la
Civilisation Française”, trad.
castellana, Fondo de Cultura Económica, México, 1958, p. 213).
“¿Un
hombre, proscrito, entre 925 y 935, en Inglaterra, no tenía señor? Si se
constata esa situación negra, sujeta a sanciones legales, su familia deberá
designarle un señor. ¿Ella no quiere o no puede? Entonces él será considerado
fuera de la ley, y quien lo encontrare podrá matarlo, como un bandido” (Marc
Bloch, op. cit., p. 259)
Continuará…
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