EN PLENA LUCHA
Mons. Montals |
En enero de 1844, Luis Felipe,
en el discurso de la corona, anunció que la cuestión de la libertad de
enseñanza tendría una solución. En respuesta, la Cámara, después de aplaudir,
añadió que esperaba que el gobierno “mantuviera la autoridad y la acción del
Estado sobre la instrucción pública”. No podía haber indicación más clara sobre
la orientación que pretendía tomar el gobierno.
Al día siguiente, Louis Veuillot
recordaba en L’Univers que los
católicos no amaban, ni detestaban, ni temían al gobierno: “No deseamos que le
acontezca alguna desgracia. Lo aceptamos tal como es, como un compañero de
viaje por el cual tenemos poca simpatía, pero que probablemente vale tanto como
cualquier otro. Con él nos queremos entender, incluso porque no sabemos si
vamos a conservarlo para siempre. Sin querer ofenderlo, podemos garantizarle
que no seremos nosotros los primeros en morir”.
Habiendo el gobierno revelado
claramente sus intenciones, la campaña se acentuó. Además de los artículos en
la prensa, los católicos pasaron a escribir folletos, dirigir peticiones a la
Cámara y organizar núcleos de resistencia. Por su parte, el ministerio pasó a
la acción, dispuesto a sofocar el movimiento, pero sin el coraje para alcanzar
a los jefes, instaurando un proceso contra el padre Cambalot, que en un informe
muy vivo criticó a la Universidad y a la inercia del arzobispo de París, monseñor
Affre. Éste no era partidario de la lucha, y repetí sin cesar que el mejor
medio de combate eran los informes confidenciales que deberían ser enviados al
gobierno por todos los obispos de Francia.
Los motivos invocados para la
abertura del proceso contra el padre Cambalot revelaron bien la disposición del
gobierno en defender la Universidad. El padre Cambalot fue acusado de haber
infamado e injuriado la Universidad, y de haber intentado perturbar la paz incentivando
el odio y desprecio de sus lectores hacia una clase respetable y al propio
gobierno del rey.
Mons. Affre, el arzobispo de París |
Luis Felipe, viendo que había dado
un paso en falso, convidó al padre Cambalot a almorzar en las Tuilleries,
después que éste cumplió la pena de quince días de prisión que le fue impuesta.
En ese almuerzo, el virtuoso sacerdote repitió al rey todas las acusaciones que
hizo en su informe. El resultado fue un recrudecimiento de la campaña y nuevos
procesos puestos en marcha por el gobierno. Montalembert, en la Cámara de los
Pares, protestó contra esa persecución, y Luis Veuillot publicó en L’Univers noticias sobre los juicios,
mostrando la parcialidad e injusticia de los procesos.
El 10 de marzo de 1844, Veuillot
anunció en L’Univers un folleto que
narraba el caso del padre Cambalot e historiando toda la cuestión de la
enseñanza. El folleto fue confiscado en el día en que salió. En las personas de
Louis Veuillot y Jean Barrier, L’Univers
fue acusado de provocación a la desobediencia y desacato a las leyes, además de
apología de hechos reputados como delictivos.
El juicio del caso del proceso ya
instaurado preanunciaba una nueva victoria del partido católico. La opinión era
francamente favorable a los acusados, y sin ninguna duda Veuillos y Jean
Barrier fueron condenados a una multa de 3.000 francos cada uno, y un mes de prisión.
Inmediatamente L’Univers abrió una suscripción
pública para el pago de las multas. Uno de los primeros suscriptores fue el
propio arzobispo de París, y dentro de poco se alcanzó la suma necesaria; tal
fue la rapidez con que los católicos correspondieron a la iniciativa.
Mons. Parisis |
Volviendo a la refriega,
Veuillot se encontró con la situación modificada. Su prisión fortificó de tal
forma el partido católico, que el gobierno resolvió abandonar la persecución. Con
la intención de cortar el mal por la raíz, hizo con que el ministro de
Instrucción Pública, de nuevo Villemain, presentase un proyecto de ley
favorable al monopolio, el cual sería defendido en la Cámara por Thiers, uno de
los políticos más hábiles de la época. La reacción fue violenta. Viendo que no
le era posible hacer aprobar el proyecto por Villemain, la Universidad se vio
obligada a distraer al movimiento católico, pasando al ataque con una
formidable campaña contra los jesuitas, que desde su fundación atrajeron el
odio y la mala voluntad de los enemigos declarados u ocultos de la ortodoxia.
Los universitarios sacaron
ventaja de ese cambio de táctica, pues consiguieron provocar la primera división
en el partido católico, que hasta entonces se presentaba unido y avanzaba de
victoria en victoria.
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