domingo, 25 de mayo de 2014

Los católicos franceses en el siglo XIX - 6

EN PLENA LUCHA

               
Mons. Montals
La pastoral de Mons. Clausel de Montals, no atacando más el monopolio y sí la propia enseñanza universitaria, dividió nítidamente los campos. No era más posible que un universitario como Victor Cousin continuara la comedia que representó hasta entonces. Y todos ellos, liderados por Michelet
que no se comprometió como el célebre profesor de filosofíapasaron a defender abiertamente el monopolio, en cuanto los católicos, percibiendo finalmente la duplicidad de sus adversarios, cerraban filas en el partido católico, dispuestos a combatir hasta la victoria. Todos los periódicos católicos y legitimistas siguieron al L’Univers, que no perdía oportunidad para demoler las posiciones poco seguras del adversario, obligándolo a revelarse francamente favorable a la Universidad.

                En enero de 1844, Luis Felipe, en el discurso de la corona, anunció que la cuestión de la libertad de enseñanza tendría una solución. En respuesta, la Cámara, después de aplaudir, añadió que esperaba que el gobierno “mantuviera la autoridad y la acción del Estado sobre la instrucción pública”. No podía haber indicación más clara sobre la orientación que pretendía tomar el gobierno.

                Al día siguiente, Louis Veuillot recordaba en L’Univers que los católicos no amaban, ni detestaban, ni temían al gobierno: “No deseamos que le acontezca alguna desgracia. Lo aceptamos tal como es, como un compañero de viaje por el cual tenemos poca simpatía, pero que probablemente vale tanto como cualquier otro. Con él nos queremos entender, incluso porque no sabemos si vamos a conservarlo para siempre. Sin querer ofenderlo, podemos garantizarle que no seremos nosotros los primeros en morir”.

                Habiendo el gobierno revelado claramente sus intenciones, la campaña se acentuó. Además de los artículos en la prensa, los católicos pasaron a escribir folletos, dirigir peticiones a la Cámara y organizar núcleos de resistencia. Por su parte, el ministerio pasó a la acción, dispuesto a sofocar el movimiento, pero sin el coraje para alcanzar a los jefes, instaurando un proceso contra el padre Cambalot, que en un informe muy vivo criticó a la Universidad y a la inercia del arzobispo de París, monseñor Affre. Éste no era partidario de la lucha, y repetí sin cesar que el mejor medio de combate eran los informes confidenciales que deberían ser enviados al gobierno por todos los obispos de Francia.

                Los motivos invocados para la abertura del proceso contra el padre Cambalot revelaron bien la disposición del gobierno en defender la Universidad. El padre Cambalot fue acusado de haber infamado e injuriado la Universidad, y de haber intentado perturbar la paz incentivando el odio y desprecio de sus lectores hacia una clase respetable y al propio gobierno del rey.

               
Mons. Affre, el arzobispo de París
Durante el juicio, la acusación no dejó de poner en destaque el silencio del arzobispo de París. No correspondía a la realidad, pues monseñor Affre había enviado al rey un informe
confidencial… firmado por todos los obispos de su provincia eclesiástica, contra el monopolio de la Universidad. Disgustado con el juicio, Louis Veuillot publicó el informe de monseñor Affre, transformando la condenación del padre Cambalot en un verdadero triunfo para la causa católica. Casi todos los obispos de Francia, acompañaron a monseñor Affre, publicando informes, protestas y pastorales.

                Luis Felipe, viendo que había dado un paso en falso, convidó al padre Cambalot a almorzar en las Tuilleries, después que éste cumplió la pena de quince días de prisión que le fue impuesta. En ese almuerzo, el virtuoso sacerdote repitió al rey todas las acusaciones que hizo en su informe. El resultado fue un recrudecimiento de la campaña y nuevos procesos puestos en marcha por el gobierno. Montalembert, en la Cámara de los Pares, protestó contra esa persecución, y Luis Veuillot publicó en L’Univers noticias sobre los juicios, mostrando la parcialidad e injusticia de los procesos.

                El 10 de marzo de 1844, Veuillot anunció en L’Univers un folleto que narraba el caso del padre Cambalot e historiando toda la cuestión de la enseñanza. El folleto fue confiscado en el día en que salió. En las personas de Louis Veuillot y Jean Barrier, L’Univers fue acusado de provocación a la desobediencia y desacato a las leyes, además de apología de hechos reputados como delictivos.

                El juicio del caso del proceso ya instaurado preanunciaba una nueva victoria del partido católico. La opinión era francamente favorable a los acusados, y sin ninguna duda Veuillos y Jean Barrier fueron condenados a una multa de 3.000 francos cada uno, y un mes de prisión. Inmediatamente L’Univers abrió una suscripción pública para el pago de las multas. Uno de los primeros suscriptores fue el propio arzobispo de París, y dentro de poco se alcanzó la suma necesaria; tal fue la rapidez con que los católicos correspondieron a la iniciativa.

               
Mons. Parisis
Al ir a prisión, Veuillos esperaba tener tiempo libre para dedicarse a la literatura, su sueño constante, y felizmente realizado. Tenía como proyecto escribir dos libros, pero dado que el gobierno resolvió tratar con benevolencia a los prisioneros, permitió que recibieran visitas, y en seis días de cautiverio fueron tan completos como los de libertad, o incluso más. Cardenales, obispos, políticos, miembros de la aristocracia, todo el partido legitimista, Montalembert y la esposa, delegaciones católicas de todas partes de Francia, hicieron cuestión de llevar solidaridad al ilustre prisionero. De tal forma que, cuando fue liberado, Veuillot tuvo que renunciar una vez más a su literatura, volviendo al puesto de combate y sacrificio en L’Univers. Fue cuando se estrechó la amistad entre él y Mons. Parisis, que dentro de poco se convertiría en uno de los paladines de la ortodoxia en Francia y un sustentáculo de L’Univers en el seno del episcopado francés.

                Volviendo a la refriega, Veuillot se encontró con la situación modificada. Su prisión fortificó de tal forma el partido católico, que el gobierno resolvió abandonar la persecución. Con la intención de cortar el mal por la raíz, hizo con que el ministro de Instrucción Pública, de nuevo Villemain, presentase un proyecto de ley favorable al monopolio, el cual sería defendido en la Cámara por Thiers, uno de los políticos más hábiles de la época. La reacción fue violenta. Viendo que no le era posible hacer aprobar el proyecto por Villemain, la Universidad se vio obligada a distraer al movimiento católico, pasando al ataque con una formidable campaña contra los jesuitas, que desde su fundación atrajeron el odio y la mala voluntad de los enemigos declarados u ocultos de la ortodoxia.

                Los universitarios sacaron ventaja de ese cambio de táctica, pues consiguieron provocar la primera división en el partido católico, que hasta entonces se presentaba unido y avanzaba de victoria en victoria.

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