jueves, 11 de octubre de 2012

Razón y Mitos

Plinio Corrêa de Oliveira

Hemos visto que a medida que un pueblo se desarrolla, la ley que él elabora es una especie de desdoblamiento o despliegue del conjunto de sus mitos y convicciones iniciales. Los miembros de ese pueblo no exigen un fundamento racional para esos mitos; ellos unánimemente aceptan ese conjunto de mitos y convicciones como evidente sin necesidad de demostración.

Es muy interesante preguntarse cómo, a-racionalmente, esas convicciones se establecen firme y unánimemente en el espíritu de un pueblo.

La vocación histórica de los griegos

Como nota al margen, quiero recalcar que antes de los griegos, el mundo no había conocido la filosofía como tal. Antes de los griegos no existió un cuestionamiento ordenado, metódico, lógico acerca del hombre, de su naturaleza y de sus objetivos, analizándolos como un sistema.

Aristóteles y Platón, los mayores exponentes de la filosofía
clásica
Sabemos que Dios dio revelación a los judíos. Yo diría que Él dio el don de la filosofía a los griegos. Esta opinión se ve confirmada en San Pablo, cuando dice: “Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan la sabiduría” (1 Corintios 1,22). San Pablo estaba escribiendo en la lengua griega para los griegos, por lo tanto, la expresión “buscan sabiduría” es sinónimo de philosophia, que significa literalmente “el amigo de la sabiduría” (filo = amigo de y sophia = sabiduría). Así, San Pablo se refiere al amor de los griegos por la filosofía. Incluso sin este texto de la Escritura, sabemos por la historia que los griegos recibieron el don de la filosofía, pero es bueno tener esta confirmación indirecta en las palabras de San Pablo inspiradas por el Espíritu Santo. Los judíos, tuvieron la revelación, no tuvieron la filosofía.

Con los griegos, por primera vez el hombre comenzó a ordenar las grandes preguntas acerca de la vida y del hombre. Hoy nos parece increíble que, hasta entonces, el hombre haya ignorado esas cuestiones, que se volvieron elementales después de los griegos. Esto es porque Dios todavía no le había dado ese don a la humanidad. Este don no es un don sobrenatural, sino un don natural, como el sentido musical que Él les dio a los italianos.

La ausencia de esa herramienta filosófica explica por qué los pueblos de la antigüedad tuvieron tantas fábulas y leyendas que eran creídas casi sin reflexión.

Puesto que pertenecemos a una civilización que, directa o indirectamente mantiene el legado cultural de Roma y Grecia, para nosotros la razón es el primer paso del pensamiento. Razonar es pensar. Pero esto no es común en nuestra decadente naturaleza humana manchada por el pecado original.

Esto también explica por qué casi no había guerras ideológicas entre los pueblos antiguos. Entre los asirios, babilonios, persas, etc., sólo hubo breves episodios de conflictos entre clases, e incluso cuando ocurrían, no se basaban en una filosofía, como el marxismo.

El abandono del legado del razonamiento

Los impulsos, la euforia y las sensaciones,
es el resultado del abandono de la razon
En la medida en que el hombre decae, su capacidad de razonar disminuye. El hombre del siglo XVIII era más filosófico que el hombre del siglo XIX, y el segundo era mucho más filosófico que el hombre del siglo XX. Con cada siglo que pasa, el hombre razona menos debido a la pereza de pensar y disciplinar nuestra mente. Esto es más o menos como un hombre que aprendió a caminar erguido y luego vuelve a gatear como un niño. Esto representa la decadencia de nuestra época.

Nosotros, los contrarrevolucionarios debemos razonar e invitar a todos a razonar. La reticencia al pensamiento es la invasión del virus revolucionario, que es el virus de neo-paganismo.

San Pablo define la fe como un obsequium rationabile (Rom 12, 1), un don dado a la razón con el fin de iluminarla y dirigirla. Por lo tanto, supone el funcionamiento normal de la razón.

Cuando la revolución nos dice que no debemos razonar sobre lo que vemos y nos sugiere que es suficiente tener sólo una visión fugaz de la realidad, nos está llevando a neo-paganismo. El paganismo no razonaba, propiamente hablando, sino se desarrolló en estas miradas fugaces que todos compartían unánimemente.

Los defectos en los mitos y la razón & la infalibilidad de la Iglesia

La fe es una fortaleza que defiende a la civilización cristiana
de los errores y las herejías
La creencia en un mito puede ser más profunda que el razonamiento en sí. Vemos esto, por ejemplo, con los partidarios del brahmanismo. Independientemente de lo que piensan, el mito es erróneo. Aquellos que lo siguen a menudo pueden ver que sus fábulas no son razonables, sin embargo, ellos optan por escapar de la realidad y se entregan a la fantasía. Este escapismo tiene una explicación.

Si no fuera por la fe, la razón a menudo puede decepcionar a un hombre. Por ejemplo, yo sé que la razón es un medio para conocer la verdad, pero luego veo que me he equivocado en muchos puntos de mi pensamiento. A veces la razón me informa de la verdad, en otras ocasiones no es así; incluso otras veces me dice una mentira. Por lo tanto, ¿cómo puedo confiar en la razón?

La respuesta a esta pregunta es que hay una autoridad establecida por Dios que me enseña la verdad; con ella puedo comprobar si mi pensamiento es correcto o no. De esta manera, la razón está en paz. Cuando llego a una conclusión en conformidad con dicha autoridad, estoy en el camino correcto; y cuando mi conclusión choca con esa autoridad, estoy equivocado. Pero yo estoy en paz ―incluso cuando estoy equivocado― porque sé que la Iglesia objetivamente estudió ese tema, llegando a la conclusión correcta, y está ahí para corregirme.

El naturalismo nos dice que el objetivo principal de la razón es comprender el aspecto más profundo de la realidad. Yo creo que hay algo más esencial. El objetivo principal de un hombre concebido en pecado original no consiste en sondear los aspectos más profundos de la realidad, sino en estar en lo correcto. Su primera preocupación no es estar en el error; entonces, si él está en el camino correcto, él puede ir más profundo. Si está equivocado, profundizar sólo hace que su situación empeore.

Por lo tanto, debemos tener el hábito de verificar todo lo que pensamos con las enseñanzas de la Iglesia. Incluso deberíamos revisar las cosas que sentimos en nuestro subconsciente. Aquello que aprueba el test, lo podemos mantener; lo que no, debemos descartarlo. El verdadero católico no puede tener zonas de su alma que no estén aprobadas por el magisterio de la Iglesia. Este orden y limpieza es una necesidad.

La unanimidad de la creencia en el origen de una sociedad

Después de esta digresión sobre la razón y el papel de los griegos, vuelvo a la pregunta inicial acerca de cómo se forman los mitos-convicciones de un pueblo.

Es mi opinión que una sociedad orgánica no puede desarrollarse a menos que exista un consenso sobre algunas afirmaciones básicas. No estoy diciendo que esas afirmaciones siempre son verdaderas. Hemos visto el caso de los romanos que creían en el mito de su dios Quirino. El mito era errado, pero esa unanimidad de la creencia en él era indispensable para la formación de su sociedad.

Para ser orgánica, una sociedad no debe tener riñas internas; todos sus miembros deben trabajar juntos para sacar de ese depósito original todos los frutos que pueden. Su desarrollo viene de la inter-colaboración entre todos. Este movimiento genera las costumbres que son pacíficamente aceptadas por todos.

Cuando una sociedad carece de esto y está volcada hacia disputas internas, como podemos ver en las democracias modernas, una sociedad orgánica se hace imposible. Estas divergencias son enfermedades que matan a una sociedad orgánica; la sociedad se vuelve inorgánica.

Alguien podría objetar: “¿Está diciendo que o bien tenemos que tener el tipo de unanimidad propio de los pueblos primitivos para construir una sociedad orgánica o sino nuestra sociedad estará enferma?”.

Respondo: No, estoy diciendo que si usted tiene una sociedad basada en la razón e iluminada por la fe, las cosas se desarrollan correctamente. Las opiniones sostenidas por todos guiadas por una verdad racional, que es dirigida por el magisterio divino e infalible de la Iglesia, crea las condiciones ideales para una sociedad orgánica.

No defiendo la ecuación de que el consenso es igual a sociedad orgánica, y como una sociedad orgánica es igual a perfección, entonces toda sociedad basada en el consenso equivale a una sociedad perfecta.

El consenso no es igual a perfección. Es la posesión de la verdad lo que es igual a perfección. El hombre sólo tiene la posesión de la verdad cuando su razón se ordena a los principios de la filosofía iluminada por la fe. En las demás cosas, él es falible. Pero cuando esto sucede, tenemos un consenso de que se encuentra dentro del contexto de la civilización católica.

Dentro de este contexto, cada hombre es único; cada uno ve un aspecto de la verdad de una manera especial y excelente. En conjunto, esto crea un convivio armónico, un fruto que da la mejor idea de la verdad que uno puede tener.

Creo que con esto nos acercamos a la característica más profunda de una sociedad orgánica.

Publicado originalmente en TIA

Véanse los 5 artículos anteriores que completan esta serie:

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