III[1] – El
caso del P. Feeney
La herejía
antes del Vaticano II
Continuamos con la publicación de esta serie de artículos que refutan a los
defensores de la herejía del bautismo de deseo cuando utilizan el argumento de
la “excomunión” del P. Feeney y la carta del Santo Oficio al obispo de Boston. Véase
el primer y
segundo artículo de esta serie: El caso del Padre Feeney y El Protocolo 122/49 (Suprema haec sacra).
Para poder apreciar plenamente la controversia del Padre Feeney, es
necesario entender que la negación de la fe que el Padre Feeney combatía, ya
estaba firmemente instalada en los años previos al Vaticano II. La mayoría de
las personas que se consideran “católicos tradicionales” tienen la falsa
impresión de que “si pudiéramos retroceder a lo que creían las personas en
los años 1950’s, todo estaría bien”. No, no lo estaría. En los años 1940’s
y 1950’s ya la mayoría de los sacerdotes y obispos habían perdido la fe y
habían rechazado completamente el dogma solemnemente definido que no hay
salvación fuera la Iglesia Católica. Es simplemente un hecho que la herejía
contra el dogma fuera la Iglesia no hay
salvación se enseñaba en la mayoría de los seminarios en los años 1940’s y
50’s. De hecho, la ruptura de la fe empezó mucho más temprano que en los años
1940’s o 50’s.
Nuestra Señora de La Salette, Francia, 19 de
septiembre de 1846: “En el año 1864, Lucifer
junto con un gran número de demonios serán liberados del infierno; ellos
eliminarán la fe poco a poco, incluso entre quienes se dedican a
Dios. Serán cegados de tal manera, que, a menos que sean bendecidos con una
gracia especial, esas personas asumirán el espíritu de estos ángeles del
infierno; varias instituciones religiosas
perderán toda fe y se perderán muchas almas… Roma perderá la fe y se convertirá en la sede
del Anticristo… La Iglesia será eclipsada…”.
Como dije antes en este documento, San Antonio María Claret, el único santo
canonizado que asistió al Primer Concilio Vaticano, tuvo un derrame cerebral al
escuchar las falsas doctrinas que se estaban proponiendo en ese entonces, las
cuales nunca consiguieron introducirse en el Concilio. El desmontaje paso a
paso de la fe católica por Lucifer comenzó, no en 1964, sino en 1864, mucho
antes de Vaticano II. Echemos un vistazo a algunos ejemplos de herejía
flagrante en libros de antes del Vaticano II con Imprimátur (es decir, con la
aprobación de un obispo).
1.
La
Enciclopedia Católica, vol. 3, “Iglesia”, 1908, G. H. Joyce: “La doctrina se
resume en la frase, Extra Ecclesiam nulla salus (Fuera la Iglesia no
hay salvación)… Por cierto no significa que
nadie se salva excepto los que están en comunión visible con la Iglesia Católica.
La Iglesia Católica siempre ha enseñado que basta un acto de caridad perfecta y
de contrición para obtener la justificación… Muchos están alejados de la
Iglesia por ignorancia. Tal puede ser el
caso de quienes han sido criados en la herejía… Por lo tanto, incluso
en el caso en que Dios salva a hombres separados de la Iglesia, Él lo hace a través de las gracias actuales de la
Iglesia… En la expresión de los teólogos, ellos
pertenecen al alma de la Iglesia, aunque no a su cuerpo”[2].
Lo que tenemos aquí, en La Enciclopedia Católica,
en el año 1908, en un libro con el imprimátur de Juan Farley, arzobispo de
Nueva York, es una herejía flagrante. El autor, G.H. Joyce, rechaza
completamente el dogma como ha sido definido. Él incluso emplea “la herejía del
alma de la Iglesia”, lo que es completamente herético (como demostré en la sección
“La herejía del alma de la Iglesia”). El dogma definido que declara que sólo
aquellos que están en la Iglesia Católica pueden salvarse, ha dado paso a la
herejía que Dios salva a hombres “separados de la Iglesia”.
Papa León XIII, Tametsi futura prospicientibus, #
7, 1 de noviembre de 1900: “De aquí que todos los
que quieran encontrar la salvación fuera de la Iglesia son descarriados y se
esfuerzan en vano”[3].
Pero para estos herejes, este
dogma ya no significa que fuera la Iglesia no hay salvación, sino más bien que
los no católicos se salvan en sus falsas religiones pero por la
Iglesia Católica. La necesidad de la fe y de la unidad católica para la
salvación ha sido totalmente rechazada.
Gregorio XVI, Summo
iugiter studio, # 2, 27 de mayo de 1832: “Finalmente, algunas de estas
personas descarriadas intentan persuadirse a sí mismos y a otros que los
hombres no se salvan sólo en la religión católica, sino
que incluso los herejes pueden obtener la vida eterna… Sabéis con
cuánto afán nuestros predecesores enseñaron este artículo de fe que ellos se
atreven a negar, a saber, la necesidad de la fe católica y de la unidad
para la salvación”[4].
Y esto demuestra que el dogma
que los que mueren como no católicos no se pueden salvar fue negado
públicamente, incluso tan temprano como en 1908.
2.
Mi Fe Católica, un catecismo por el obispo Louis LaRavoire, 1949:
“La Santa Misa se puede ofrecer por los vivos de cualquier credo. Puede ser
ofrecida por los católicos fallecidos. El
sacerdote no puede ofrecer la Misa públicamente por los muertos no católicos,
pero las personas que oyen la Misa sí pueden”[5].
Aquí nos encontramos con la
misma herejía en un catecismo escrito por el obispo de Krishnager, Louis
LaRavoire. Este catecismo sigue siendo promovido actualmente por muchos de los
llamados “católicos tradicionalistas”. Al permitir las oraciones por los
difuntos no católicos, Louis LaRavoire niega el dogma que todos los que mueren
como no católicos se pierden.
Papa Clemente VI, Super
quibusdam, 20 de septiembre de 1351: “En segundo lugar preguntamos si
creéis tú y los armenios que te obedecen que ningún hombre viador podrá finalmente salvarse fuera de la fe
de la misma Iglesia y de la
obediencia de los Romanos Pontífices”[6].
3.
Catecismo de Baltimore No. 3,
1921, imprimátur del arzobispo Hayes de Nueva York: “P. 510. ¿Es posible que
alguien que no sabe que la Iglesia Católica es la verdadera Iglesia se pueda
salvar? R. Es posible que alguien que no sabe
que la Iglesia Católica es la verdadera Iglesia se salve, con tal que esa
persona (1) haya sido bautizada válidamente; (2) crea firmemente que la
religión que él profesa y practica es la verdadera religión, y (3) muera sin la
culpa de pecado mortal en su alma”.
Aquí nos encontramos con la herejía flagrante en el
Catecismo de Baltimore, publicado con imprimátur en 1921. Los autores de este
catecismo herético son tan atrevidos como para aseverar que no sólo es posible
la salvación de un no católico, pero depende de que el no católico “crea
firmemente que la religión que él profesa y practica es la verdadera
religión”. Por tanto, si estás firmemente convencido que el mormonismo
es la verdadera religión, entonces tienes una buena posibilidad de salvarte,
según el Catecismo de Baltimore; pero si no estás firmemente convencido de
esto, entonces la posibilidad es menor. Esto es una burla absoluta del dogma:
un Señor, una fe y un bautismo (Ef. 4, 5).
Papa Gregorio XVI, Mirari
vos, # 13, 15 de agosto de 1832: “Si dice el Apóstol que hay ‘un solo Dios,
una sola fe, un solo bautismo’ (Ef. 4, 5), entiendan, por lo tanto, los que piensan que por todas
partes se va al puerto de salvación, que, según la sentencia del
Salvador, ‘están ellos contra Cristo, pues no están con Cristo’ (Luc. 11, 23) y
que los que no recolectan con Cristo, esparcen miserablemente, por lo cual ‘es indudable que
perecerán eternamente los que no tengan fe católica y no la guardan íntegra y
sin mancha’ (Credo Atanasiano)”[7].
Las palabras de Gregorio XVI en Mirari vos podrían
haber sido escritas específicamente para los autores del Catecismo de
Baltimore; y en efecto, ellas se dirigían a otros herejes de su tiempo que
sostenían la misma cosa. Nótese cuán lejos se ha
apartado el Catecismo de Baltimore del dogmático Credo Atanasiano
que Gregorio XVI reafirma al decir que todo aquel que quiera salvarse debe
guardar la fe católica. Los autores del Catecismo de Baltimore no pudieron, en
su imaginación más descabellada, fingir creer en la profesión de fe dogmática.
El lector también debe tener en cuenta que el Papa
Gregorio XVI enseña que se condenan los que nunca han sido católicos,
así como los católicos que abandonan la Iglesia.
El Catecismo de Baltimore rechaza las palabras de
Jesucristo, que declaró que “él que no creyere se condenará” (Mc. 16,
16). La edición revisada de las Escrituras por los autores del Catecismo de
Baltimore tendrían que decir: “él que cree firmemente en las falsas
religiones no se condenará”.
4.
Manual
de Teología Dogmática, de Ludwig Ott, imprimátur 1954, p. 310: “La necesidad
de pertenencia a la Iglesia no es simplemente una necesidad de precepto, sino
también de medio, como muestra claramente la comparación con el Arca, el medio
de salvación del diluvio bíblico… En circunstancias especiales, a saber, en el
caso de la ignorancia invencible o de incapacidad, la pertenencia real a la
Iglesia puede ser remplazada por el deseo de la misma… De esta manera los que están de hecho fuera de la Iglesia
Católica también pueden conseguir la salvación”[8].
Es una
lástima que la Iglesia Católica fuera tan estúpida como para definir más de
siete veces que fuera la Iglesia Católica absolutamente nadie se salva, porque
(como revela el “gran” Ludwig Ott) “los que están de hecho fuera de
la Iglesia Católica también pueden conseguir la salvación”. Es una
vergüenza que la Iglesia no poseyera esta profunda iluminación, que ella no
supiese que lo que había enseñado “infaliblemente” por todos estos años era en
realidad todo lo contrario de la verdad.
En
verdad, lo que dice Ludwig Ott arriba, es equivalente a declarar que la
Santísima Virgen María fue concebida en pecado original. No hay diferencia
alguna. Si la Iglesia define que fuera la Iglesia absolutamente nadie se salva
(Papa Inocencio III, etc.), y yo afirmo que “los que están de hecho fuera de
la Iglesia Católica pueden conseguir la salvación”, entonces estoy haciendo
exactamente lo mismo que si dijera que la Virgen María fue concebida en algún
pecado, cuando la Iglesia dijo que ella no tuvo pecado alguno. Yo estaría
diciendo exactamente lo contrario a lo que la Iglesia había definido
infaliblemente, y esto es precisamente lo que hace Ludwig Ott.
Pero
poco después de negar explícitamente el dogma que nadie puede salvarse fuera la
Iglesia, nótese lo que dice Ludwig Ott:
Ludwig Ott, Manual de Teología Dogmática, p. 311: “Es la convicción unánime de los Padres que la
salvación no se puede conseguir fuera de la Iglesia”[9].
“Sea
vuestra palabra: sí, sí; no, no; todo lo que pasa de esto, de mal procede”.
(Mt. 5, 37). ¡De una página a la próxima, Ludwig Ott se contradice a sí mismo
sobre si los que están fuera la Iglesia Católica pueden conseguir la salvación!
Él incluso usa exactamente el mismo verbo ―“conseguir”― en ambas frases, mas
con el significado opuesto de una a la próxima: 1) los que están “fuera de
la Iglesia pueden conseguir la salvación”; 2) “la salvación no
se puede conseguir fuera de la Iglesia”. Su lenguaje no es de
Dios, sino del diablo. Lo negro es blanco y lo blanco es negro; lo bueno es
malo y lo malo es bueno; la verdad es error y el error es verdad; la salvación
se puede conseguir fuera la Iglesia y la salvación no se puede conseguir fuera
la Iglesia.
Para los
herejes pre-Vaticano II que condenaron al Padre Feeney y despreciaban el dogma fuera la Iglesia Católica no hay salvación,
no hay problema en creer que hay salvación fuera la Iglesia Católica, mientras
crean simultáneamente que no hay salvación fuera la Iglesia Católica. No es
ningún problema para esas personas porque son de mal (Mt. 5, 37).
Papa Clemente V, Concilio de Vienne, decreto # 30, 1311-1312, ex cathedra: “Puesto que hay… una Iglesia
universal, fuera de la cual no hay salvación, porque
para todos ellos hay un solo Señor, una
fe, un bautismo…”[10].
Los que aceptan obstinadamente la
herejía contenida en estos libros pre-Vaticano II ―como el Manual de
Teología Dogmática de Ludwig Ott― con razón deben temer, como dice el Papa
Gregorio XVI, porque sin duda alguna ellos heredarán un lugar en el infierno si
no se arrepienten y convierten.
5.
El Catecismo Explicado, Rev. Spirago
y Rev. Clark, 1898: “Sin embargo, si un hombre,
por causas ajenas a la suya, permanece fuera la Iglesia, puede salvarse si
lleva una vida temerosa de Dios; porque tal es, para todos los intentos y
propósitos un miembro de la Iglesia Católica”[11].
De acuerdo con esto, no sólo es
posible salvarse fuera la Iglesia (lo cual es una negación directa del dogma),
sino que en realidad es posible que, “para todos los intentos y propósitos”, es
un miembro de la Iglesia Católica ¡mientras que aún se encuentra fuera de ella!
Esto es tan herético y contradictorio que no vale más comentarios, excepto
decir que lo que propone aquí El Catecismo Explicado ―que un hombre
puede salvarse fuera la Iglesia con tal que lleve “una vida temerosa de Dios”―
es exactamente lo que condenó el Papa Gregorio XVI en Mirari vos: que un
hombre puede salvarse en cualquier religión, con tal que haya rectitud y
honradez en las costumbres.
Papa Gregorio
XVI, Mirari vos, # 13, 15 de agosto de 1832: “… aquella perversa teoría extendida por
doquier, merced a los engaños de los impíos, y que enseña que puede conseguirse
la vida eterna en cualquier religión, con tal que haya rectitud y honradez en
las costumbres… por lo cual es
indudable que perecerán eternamente los que no tengan fe católica y no la
guardan íntegra y sin mancha (Credo Atanasiano)”[12].
Podría continuar con ejemplos de
textos con imprimátur pre-Vaticano II que contienen herejía, pero el punto
debería ser obvio: la negación del dogma fuera
la Iglesia Católica no hay salvación estaba firmemente establecida en la
mente de la mayoría de los sacerdotes y obispos previos al Vaticano II, por lo
que la oposición que experimentó el Padre Feeney al defender esta verdad a
finales de los 1940’s y 1950’s no es ninguna sorpresa. La Gran Apostasía estaba
firmemente establecida en los 1940’s y 50’s, habiendo empezado en realidad a
mediados y finales de los 1800’s; y lo que el Padre Feeney estaba tratando
hacer era sofocar esta marea de apostasía cortándola de raíz: la negación de la
necesidad de la Iglesia Católica para la salvación.
Véase el primer y segundo artículo de esta serie aquí: El caso del P. Feeney y ElProtocolo 122/49 (Suprema haec sacra)
Próxima publicación
de esta serie: La encíclica Mystici Corporis
[1] Véase el primer y segundo artículo
de esta serie: El caso del Padre Feeney y ElProtocolo 122/49 (Suprema haec sacra). Esta serie de artículos están
extraídos del libro Fuera de la Iglesia
Católica no hay absolutamente ninguna salvación, Hno. Peter Dimond OSB, 2ª
edición española, Santiago de Chile, 2012. Este segundo artículo está sacado del
cap. 28, pp. 286-291, de este libro.
[5] My Catholic Faith,
un catecismo del obispo Louis LaRavoire, Kenosha, WI: My Mission House, 1949,
p. 272.
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