I parte[1]
1.
La nobleza es un don de Dios
De la alocución de
Pío IX al patriciado y a la nobleza romana del 17 de junio de 1871:
Cuadro que creemos representa a Felipe II y algunos miembros de su corte, (no sabemos quién es el pintor) |
“Cierto día un cardenal príncipe romano le presentaba un sobrino suyo a
uno de mis Predecesores, el cual profirió, en dicha ocasión, una justa sentencia:
los tronos se mantienen principalmente por obra de la nobleza y del clero. No se
puede negar que la nobleza es también un don de Dios, y aunque nuestro Señor
quiso nacer humildemente en un establo, se lee, sin embargo, al inicio de dos
evangelios, una larga genealogía suya [que muestra] que Él desciende de
príncipes y reyes. Usad dignamente este privilegio, manteniendo inviolable el
principio de la legitimidad. …
”Por lo tanto, seguid usando bien esta prerrogativa y será un uso
nobilísimo el que de ella podáis hacer en favor de aquellos que, perteneciendo
a vuestra clase, no siguen vuestros principios. Algunas palabras afectuosas de
buenos amigos podrán mucho en sus ánimos y más aún podrán vuestras oraciones. Soportad
con ánimo generoso los disgustos con que os podáis encontrar. Que Dios os
bendiga durante toda vuestra vida, como lo ruego de todo corazón”[2].
2.
Nuestro Señor Jesucristo quiso nacer noble; Él mismo amó la aristocracia
De la alocución de
Pío IX al patriciado y a la nobleza romana del 29 de diciembre de 1872.
“El propio Jesucristo amó la aristocracia y, si no me equivoco, ya en
otra ocasión, os he manifestado esta idea. También Él quiso nacer noble, de la
estirpe de David, y su Evangelio nos hace conocer su árbol genealógico, hasta
José, hasta María, ‘de natus qua est Jesus’.
”Por lo tanto, la aristocracia, la nobleza, es un don de Dios. Por eso,
conservadlo diligentemente, usadlo dignamente. Vosotros ya lo hacéis con las
obras cristianas y caritativas, a las cuales os dedicáis continuamente con
tanta edificación del prójimo y con tanto provecho para vuestras almas”[3].
3.
La nobleza de nacimiento es, en apariencia, un hecho fortuito, pero proviene,
en realidad, de una benigna disposición del cielo
De la alocución de León
XIII al patriciado y a la nobleza romana del 21 de enero de 1897.
N. S. Jesucristo nació noble y es rey |
“Nos alegra el alma volveros a ver después de un año en este mismo
lugar, hermanados por la consonancia de pensamientos y afectos que os honran. Nuestra
caridad no conoce ni debe conocer acepción de personas, pero no puede ser
censurada si se complace particularmente en vosotros, precisamente por
comprender el grado social que os ha sido asignado, en apariencia por un hecho
fortuito, pero en realidad por benigna disposición del cielo. ¿Cómo negar un
particular respeto a la nobleza de linaje, si el divino Redentor mostró con los
hechos tenerla en tanta estima? Es verdad que adoptó la pobreza en su peregrinación
terrenal, que no quiso nunca a la riqueza por compañera; pero, por otro lado,
eligió una estirpe real para nacer.
”Os recomendamos estas cosas, amados hijos, no para adular un orgullo
insensato, sino para alentaros a obrar de un modo digno de vuestra categoría. Cada
individuo o cada clase de individuos tienen su función y su valor; del ordenado
concierto de todos emana la armonía del consorcio humano. Es innegable, sin
embargo, que en los órdenes privado y público la aristocracia de sangre es una
fuerza especial, como el patrimonio y el talento. Si no estuviese de acuerdo
con los procedimientos de la naturaleza, no habría sido, como fue en todos los
tiempos, una de las leyes moderadoras de los hechos humanos; de donde no es ilógico
deducir, argumentando con el pasado, que por más que los tiempos cambien nunca
dejará de tener eficacia un nombre ilustre para quien sepa llevarlo dignamente”[4].
Continuará.
Siguiente publicación: 4. Jesucristo quiso nacer de estirpe
real; 5. Nuestro Señor Jesucristo quiso nacer pobre, pero quiso también tener
una insigne vinculación con la aristocracia; 6. María, José, y por tanto Jesús,
nacieron de estirpe real
[1]
Plinio Correa De Oliveira, Nobleza y élites tradicionales análogas en
las alocuciones de Pío XII al patriciado y a la nobleza romana, Ed.
Santiago Apóstol S.A. 1993, Santiago de Chile, Tomo I, Parte III, Documentos
IV, pp. 287-288.
[2] Discorsi
del Sommo Pontefice Pio IX, Tipografía di G. Aurelj. Roma, 1872, vol. I, p.
127.
[3] Discorsi
del Sommo Pontefice Pio IX, Tipografía di G. Aurelj. Roma, 1872, vol. II,
p. 148.
[4] Leonis
XIII Pontificis Maximi Acta, Ex Typhographia Vaticana, Romae, 1898, vo.
XVII, pp. 357-359.
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