Plinio Corrêa de Oliveira, Santo del Día[1]
Selección
biográfica:
Santa Clara de Asís, Simone Martini siglo XIII |
Cuando
Francisco de Asís predicaba en la Iglesia de San Jorge, una joven de familia
noble, lo escuchaba con su madre y hermana. Clara escuchó esas palabras y
comprendió que San Francisco debía ser el guía de su alma. Ella confió este
deseo a su tía, quien fue con ella a Santa María de los Ángeles para hablar con
San Francisco. ¿Quién puede decir lo que pasó en el alma del Seráfico Padre
durante esa primera entrevista con la mujer que iba a ser su asistente en las
tareas que el cielo había designado a él realizar?
Francisco
reveló a Clara las bellezas de la Esposa celestial y la excelencia de la
virginidad. A continuación le describió a ella lo que más apreciaba en su
corazón: el poder y el encanto de la pobreza y la necesidad de la penitencia.
Clara escuchaba, asombrada y entusiasmada; y el divino llamado le tocó el corazón.
En poco tiempo, su decisión estaba tomada. Ella rompió todos los lazos con el
mundo y se consagró a Dios.
En
la noche de Domingo de Ramos del 17 de marzo 1212, ella salió secretamente de
la casa de su padre y con algunas compañeras se dirigió a Santa María de los
Ángeles, la iglesia de la Porciúncula. San Francisco y sus hermanos que se
reunieron acompañándolas por su camino con antorchas las condujeron a la
iglesia. En esa noche se realizó el matrimonio espiritual de Santa Clara.
Francisco le preguntó qué quería, y ella respondió: “Quiero al Dios del Pesebre
y del Calvario. No deseo otro tesoro o herencia”.
Mientras
que Francisco le cortaba el cabello, ella se despojó de todas sus joyas
preciosas y adornos, y recibió el rudo hábito, el cinturón, y el velo humilde y
se consagró totalmente a Dios.
Comentarios
del Prof. Plinio:
Santa Clara siendo recibida por San Francisco |
Se
puede admirar la belleza de la escena. En la pequeña ciudad medieval de Asís,
un cortejo de damas jóvenes huye de la casa de sus familias, que quieren
impedir su sacrificio. En silencio y con cautela caminan a través de las
sinuosas calles de Asís para no llamar ninguna atención. Ellas salen de la
ciudad; y en los campos que separan Asís del Monasterio de Santa María de los
Ángeles, ellas se reunieron con otro cortejo. Este segundo cortejo es aún más
celestial que el primero. Se trata de San Francisco de Asís, que era otro
Cristo en la tierra, que era incluso parecido físicamente a Nuestro Señor
Jesucristo.
Portando
antorchas, San Francisco y algunos de esos santos que le ayudaron a fundar la
Orden Franciscana caminan para recibir a esas vírgenes. Los cortejos se unen y
entran juntos en la Iglesia de Nuestra Señora. El grupo se reúne en su interior
en un círculo. Santa Clara renuncia a todo.
Entonces,
San Francisco le corta el cabello en cuanto ella da el paso definitivo de lo
que sería el nacimiento de la Orden de las Clarisas. De ese paso dependía toda
la Orden Segunda de los Franciscanos, que dio tantos santos a la Iglesia
Católica y a la gloria de Dios a través de los siglos.
Santa
Clara dejó todo para entrar en un convento en un momento en que, en muchos
aspectos, la Iglesia estaba en su apogeo. Hoy en día, somos testigos de la Casa
de Dios agrietada, la dignidad de los ministros de Dios arrastrada en el lodo,
las religiosas ya no usan más el velo, la vida religiosa se desintegró. ¿Este espectáculo trágico nos deja indiferentes?
¿Estamos más preocupados por nuestro trabajo, en ganar dinero, comprar un coche
nuevo y ropa nueva, o de la adquisición de más comodidades para nuestro hogar?
Si es así, ¿dónde está nuestra fe? ¿En qué creemos? ¿Qué es lo que tomamos en
serio?
Un católico que carece por completo de seriedad puede poner su vida personal
por encima del dolor que representa para la Iglesia Católica esta extrema
situación religiosa. En realidad, representa otra Pasión de Nuestro Señor
Jesucristo. Hoy la Iglesia está crucificada. Ella no muere porque no puede
morir; de lo contrario ya habría expirado.
Por
lo tanto, en este día de Santa Clara, imitemos su dedicación y confirmemos
nuestro compromiso de ofrecer nuestras vidas para luchar contra el progresismo
en la Iglesia, que es el peor enemigo que jamás haya tenido a lo largo del
tiempo. Nunca una causa ha tenido tan pocas personas para luchar por ella. Esto
es suficiente para caracterizarla como la lucha más gloriosa en la historia.
Hablando
de los pilotos que lucharon en la Batalla de Londres y que salvaron a la ciudad
de los bombardeos nazis, Churchill dijo: “Nunca les fue dado tanto a tan
pocos”. En el Juicio Final, Nuestra Señora sin duda va a decir algo similar de
quienes lucharon por Ella en la hora presente.
Pidamos
a Nuestra Señora y a Santa Clara que llenen nuestras almas con el espíritu de
dedicación por la causa de la Santa Madre Iglesia.
[1] Los santos del día eran unas
breves reuniones en las que el Prof. Plinio ofrecía una reflexión o comentario
relacionado con el santo o fiesta religiosa que se celebraba aquel día.
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