lunes, 16 de julio de 2012

Nuestra Señora del Monte Carmelo y Fátima


Plinio Corrêa de Oliveira
¿Cuál es la relación entre Nuestra Señora de Fátima y Nuestra Señora del Monte Carmelo, puesto que Ella se apareció con el hábito carmelita en una de las apariciones? Ustedes saben que en las apariciones de Fátima, nuestra Señora normalmente llevaba un vestido blanco con un borde dorado y un cinturón de oro en la cintura. Pero durante la aparición a los niños cuando ocurrió el milagro del sol, Ella se apareció con el hábito carmelita en la representación de los misterios gloriosos del rosario.
En Fátima la Virgen también se apareció como 
Nuestra Señora del Carmen
Nuestra Señora no hace nada sin alguna razón, por lo que la primera pregunta nos lleva a otra: ¿Cuál es la relación entre la Virgen del Carmelo, los Misterios Gloriosos y Nuestra Señora de Fátima?
La invocación de Nuestra Señora del Carmelo tiene su origen en el Monte Carmelo en Tierra Santa, donde solían vivir los ermitaños en la época de la Antigua Alianza orando y esperando a una Virgen-Madre que vendría a traer la salvación a toda la raza humana. Ellos estaban siguiendo el ejemplo de Elías, el profeta, que estuvo en el Monte Carmelo rezando por la salvación de Israel, que estaba pasando por una terrible sequía, cuando él vio una pequeña nube en el horizonte lejano. Él creyó la que esa pequeña nube traería la lluvia tan necesaria a Israel. La pequeña nube creció en tamaño y cubrió todo el cielo, y, finalmente, la tan esperada lluvia vino a salvar al pueblo.
Elías entendió que esta nube era un símbolo de la Virgen que vendría, en relación con las profecías de Isaías que hablaban de la Virgen. Los que siguieron su ejemplo también oraron por la venida de la Virgen que sería la Madre del Mesías. En tiempos de la Antigua Alianza, por lo tanto, los ermitaños del Monte Carmelo tuvieron la misión espiritual de prever la venida de la nuestra Señora y rezaron por ello. Ellos fueron perseguidos por gente malvada, y también por los miembros de la decadente Sinagoga; no obstante, los ermitaños del Monte Carmelo se mantuvieron fieles.
Finalmente, nuestra Señora vino, y Ella recibió la mayor glorificación que cualquier criatura viva haya recibido y recibirá: en ella el Verbo Divino, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, se hizo carne. Ella se convirtió en la esposa del Espíritu Santo. Puesto que no tenía el pecado original, Ella no estaba sujeta a la muerte. Pero ella eligió morir, para imitar a nuestro Señor. Por lo tanto, Ella tuvo una muerte muy serena, que la Iglesia con su sabio lenguaje llamó la dormitio; “La Dormición de Nuestra Señora”. Fue una muerte real que implicó la separación del cuerpo y del alma, pero la más suave posible. Después, ella fue resucitada por nuestro Señor y llevada al cielo por los ángeles. Este conjunto de privilegios constituyen la mayor glorificación que una criatura haya tenido. Es por eso que Nuestra Señora de la Asunción también es llamada Nuestra Señora de la Gloria.
La Dormición de Nuestra Señora
Por lo tanto, la historia de la Orden del Carmelo en el Antiguo Testamento se cierra con una extraordinaria glorificación y el cumplimiento de sus expectativas. A través de siglos de silencio, aislamiento y persecución, los seguidores de Elías avanzaron paso a paso hacia la victoria y la gloria.
La historia de la Orden del Carmelo comienza nuevamente en la Nueva Alianza. San Juan Bautista también fue un seguidor de Elías, al igual que muchos de sus discípulos, San Juan, Santiago y otros. Ellos tuvieron la alegría de conocer a nuestra Señora cuando estuvo viva. Ellos veneraron a la misma Virgen-Madre que había sido anticipada por sus antepasados. Fácilmente se puede imaginar que a veces Ella les hablaría como carmelitas y confirmaría su vocación y serían recompensados por ser sus primeros devotos de la historia.
Podemos también imaginar las piadosas y misteriosas relaciones entre la Virgen y Elías, que todavía está vivo, como ustedes saben. Parece razonable pensar que la devoción de la Santa Esclavitud a la Virgen, desarrollada por San Luis Grignon de Montfort, fue de alguna manera conocida y practicada por los primeros hijos de nuestra Señora, los carmelitas.
La Orden de los Carmelitas siguió existiendo en Tierra Santa, pero la cristiandad de la época no tomó el provecho que debería haber tomado de su presencia. La cristiandad entró en decadencia, y como castigo recibió la invasión de los sarracenos, que la destruyeron. En la época de las Cruzadas, los carmelitas aparecieron en Occidente como una orden religiosa casi desconocida, en extinción y sin seguidores.
La Virgen entrega el escapulario a San Simón Stock
Sobre esta rama en extinción, Nuestra Señora hizo florecer una vibrante flor: San Simón Stock. Después que él fue elegido General de la Orden en 1247, le pidió a Ella la que fuera la protectora de la Orden. Ella se le apareció y le dio el escapulario, es decir, la promesa de la vida eterna a los que entraran en la Orden y murieran en ella. La Orden floreció nuevamente, y vino para ella un nuevo periodo de gloria. Entre las glorias de los carmelitas, la más grande es siempre haber tenido devoción a la Virgen.
También tuvo la gloria de tener una Santa Teresa de Ávila, y más recientemente, la gloria de contar con Santa Teresita del Niño Jesús, que podría haber sido nuestra contemporánea si no hubiera muerto tan joven.
La cristiandad hoy en día está de nuevo en decadencia. Nuestra Señora vino a Fátima para advertir de esta decadencia, del castigo, y la victoria con la famosa frase: “Al final mi Corazón Inmaculado triunfará”. En ese mismo conjunto de apariciones en las que Ella anunció su victoria, Ella deseó aparecerse con el hábito de la Orden Carmelita, como una forma de confirmar su antigua predilección por ella e indicar que esta Orden será parte de su glorioso reinado. Con el hábito, Ella realizó simbólicamente una síntesis del pasado y el futuro, en el mismo momento en que Ella anunció el fin de una era y el comienzo de otra.
El día de la fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo es una fiesta muy querida para nosotros, seguidores de Elías el profeta, el primer devoto de nuestra Señora en la historia.
Glorifiquémosla y pidámosle que nos prepare, a quienes somos carmelitas en espíritu, para pasar por el castigo y ser piedras vivas en el Reino de María.

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