martes, 3 de julio de 2012

El pecado original, la evolución y la enseñanza de la Iglesia


[Véase la aclaración al final de este artículo]
Hay una tendencia general en la “Iglesia” post-conciliar de negar el pecado original, un error que afecta a la vida espiritual de cada católico.
El cardenal Ottaviani, el "supuesto" campeón
de la ortodoxia
El cardenal Alfredo Ottaviani testificó que esa tendencia se estaba ampliamente infiltrando en la teología poco después del concilio. En una carta privada que envió en 1966 a todos los obispos del mundo, él enumeró 10 errores principales que preocupaban a la Iglesia en ese momento. El primero era la negación de la inspiración bíblica y la objetividad histórica de los textos revelados, incluidos los de Génesis sobre el pecado original.
El cardenal Ottaviani (1890-1979) es considerado por muchos tradicionalistas como un campeón de la ortodoxia. Fue nombrado cardenal por el Papa Pío XII en 1953 y fue también secretario del Santo Oficio entre 1959-1966. Él fue una de las vocesconservadoras” en el Concilio Vaticano II que señaló varias desviaciones doctrinales en sus documentos. Muy conocida en los ambientes tradicionalistas, es la intervención Ottaviani-Bacci[i], que mostraba los peligros progresistas de la “Misa del Novus Ordo”.
Extracto de la entrevista
donde el card. Ottaviani
"justifica" su ralliement.
Por desgracia, en 1966, el prefecto del Santo Oficio aceptó el concilio por completo, sin reservas, diciendo en una carta a los obispos que el concilio había promulgado “muy sabios documentos sobre doctrina y disciplina”[ii]. También aconsejó a la jerarquía “que luchara con todo ahínco para poner en práctica todo lo que se propuso o decretó solemnemente por esa amplia reunión de obispos [el Concilio Vaticano II] “bajo la guía del Espíritu Santo(cursivas en el original).
Él continuaba diciendo que los documentos y decretos del concilio tenían que ser “interpretados correctamente”. Por lo tanto, el supuesto “campeón” de la ortodoxia instruyó a todos los prelados a aceptar y poner en práctica aquellas mismas enseñanzas del concilio que aprobó los errores que él antes había criticado en su carta, incluyendo la negación del relato del Génesis sobre el pecado original.
Negación del pecado original basada en la evolución
La advertencia de Ottavianni a los obispos acerca de la interpretación errónea de las Escrituras incluye el tercer capítulo del Génesis, es decir, donde se relata la caída del hombre, el pecado original. La negación que el progresismo hace del pecado original está incluida en el rechazo de la misma existencia de Adán y Eva, nuestros primeros padres.
Este rechazo se basa en la creencia en la teoría de la evolución del hombre desde las formas inferiores de vida, propuesta por Charles Darwin en su obra de 1859 Sobre el Origen de las Especies. Una traslación de las especulaciones de Darwin a la doctrina católica fue intentada por el filósofo francés Henri Bergson y sus discípulos, los modernistas Edouard Le Roy y el jesuita Pierre Teilhard de Chardin.
El jesuita hereje Teilhard de Chardin
Le Roy fue incluido en la condenación del modernismo, pero Teilhard escapó de la condenación directa e hizo renacer las mismas tesis en los años 1920 y 1930.
La teoría de la evolución se refuta fácilmente por la evidencia científica; muchos científicos prominentes, incluyendo premios Nobel en diversas ramas de la ciencia, la han rechazado[iii]. No obstante, continua siendo abrazado y sostenida por los progresistas, a quienes los modernistas pasaron su antorcha.
El primer efecto desastroso de esa teoría evolucionista aplicada a la doctrina católica es que se supone que Dios creó a un hombre imperfecto. El mal y el derramamiento de sangre que han asolado el mundo a través de los siglos es un factor negativo inherente a la etapa inferior de la evolución del hombre, y tiene poco que ver con la culpa moral. Esto no es lo que enseña la Iglesia.
La enseñanza de la Iglesia sobre el pecado original
En el Génesis leemos que después de crear al hombre, “Dios vio todas las cosas que Él había hecho y ellas eran todas muy buenas (1, 31). El hombre fue creado perfecto en su naturaleza y adornado con todos los beneficios sobrenaturales de la gracia divina. Esto es lo que la Iglesia llama el estado de inocencia o natura integra [el estado de la naturaleza sin defectos].
En el jardín del edén, un verdadero paraíso, nuestros primeros padres, Adán y Eva fueron sometidos a una prueba. Dios les dio a elegir entre el bien y el mal; ellos eligieron el mal y perdieron la gloriosa participación en la gracia divina y su estado de justicia original. El hombre se hizo propenso al error en su inteligencia, al mal en su voluntad y sujeto al desorden de sus pasiones; su cuerpo quedó sometido a las enfermedades y a la muerte (Génesis 3, 1-3; 14-20).
Este pecado original de los primeros padres fue heredado por toda la posteridad de Adán por descendencia (a excepción de la Santísima Virgen María). La culpa de Adán se transmite a través de la herencia por línea de sangre. Para rescatar a la humanidad de esta culpa hereditaria, Cristo tomó carne humana, nació de la Virgen María, y fue crucificado en el Calvario y murió para alcanzar la redención de la humanidad. San Pablo habla de esto en el capítulo 5 de la epístola a los romanos.
El sacramento del bautismo nos restaura a la participación de la gracia divina por los méritos de la Redención de Jesucristo.
Esta ha sido la enseñanza constante de la Iglesia sobre el pecado original[iv] hasta el Concilio Vaticano II.
Fue la herejía de Pelagio, en el 415, que afirmó que el pecado original no se trasmitía de padre a hijo. Por su herejía, Pelagio fue excomulgado. Después de la condena de esa herejía, la transmisión del pecado original fue reafirmada en el Concilio de Trento el 17 de junio de 1546, así como por otros concilios de la Iglesia y por innumerables doctores, incluyendo a santo Tomás de Aquino.
El rechazo del relato del Génesis se basa en la evolución
¿Qué razón hay para rechazar la creación del hombre en el Génesis?
Como se señaló anteriormente, esta denegación se basa en la arbitraria teoría de la evolución, una teoría que nunca ha sido probada.
A pesar de carecer de pruebas científicas sólidas, vemos que la teoría de la evolución se enseña como un hecho en nuestras escuelas desde la primaria hasta los niveles universitarios. Y lo que es más devastador para la fe, es que muchos profesores de seminarios “católicos” aseguran a sus alumnos que esta teoría, contraria a la realidad de los hechos, está demostrada.
El rechazo de la Sagrada Escritura y el magisterio sobre el creacionismo es una negación de las verdades contenidas en el Génesis. San Pío X, a través de la Comisión Bíblica, emitió una enérgica condena de esta herejía modernista, prohibiendo cualquier otra interpretación que no sea literal a la que aparece en los capítulos del Génesis.
Esta censura, junto con muchas otras, envió a los modernistas a refugiarse en los subterráneos por unas pocas décadas. Pero, poco después, los progresistas alegaron a favor de la posibilidad de una interpretación “científica” de los primeros capítulos del Génesis. Después del concilio, los progresistas ―ahora con el apoyo del Vaticano que promueve la apertura al mundo moderno― comenzaron a promover y enseñar abiertamente las teorías evolucionistas.
Este gran énfasis en la evolución representa la virtual destrucción del catolicismo. Porque, si Adán y Eva no existieron, no existe tal cosa como el pecado original. Si se rechaza el dogma del pecado original, no habría necesidad de ser redimido de él. Si no hay necesidad de un Redentor, entonces no hay necesidad de que Nuestro Señor Jesucristo se haya hecho hombre y muerto en la cruz por nuestros pecados.
De ello se desprende como consecuencia de que no hay necesidad de los sacramentos, que son una forma de distribuir las gracias de la redención. Además, en la misa no habría sacrificio, y sería suficiente la cena conmemorativa de los protestantes.
La negación del pecado original
implica la negación del dogma de la
Inmaculada Concepción
Además, si se niega el dogma del pecado original, automáticamente se rechaza el dogma de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, es decir, que Ella fue concebida sin pecado original. En 1854, el Papa Pío IX proclamó solemnemente el dogma de la Inmaculada Concepción y, cuatro años después, en 1858, Nuestra Señora dijo a santa Bernardita Soubirous en Lourdes: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.
En resumen, al seguir la moderna moda de la evolución, el progresismo arrasa con los siguientes dogmas: la infalibilidad de la Biblia en cuanto revelada por Dios, el pecado original, la Redención de Jesucristo, el valor del bautismo y los demás sacramentos, y la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora.
La herejía de Pelagio ha vuelto en nuestros días, mucho peor de lo que fue en el pasado. Los cánones de los concilios y los decretos papales han sido despreciados por los “teólogos” progresistas. Sin dudarlo, ellos niegan el pecado original y no tienen miedo a que sean expulsados de los seminarios “católicos”, donde ellos siguen enseñando que la evolución es un hecho y que no existe el pecado original. Estos clérigos no son pastores, sino lobos, que causan la pérdida de las almas inmortales.
Todavía queda por analizar la gran influencia de las tesis de Teilhard de Chardin, incluso en los cardenales, como el cardenal Pell de Australia, y los “papas”, como Benedicto XVI. Este será el tema del próximo artículo.
Recomendamos ver también: Benedicto XVI o Sísifo revisado
Los que deseen recibir la versión impresa de este artículo lo pueden pedir escribiendo al mail de contacto juan.valdivieso@aol.com. Basta colocar en "asunto" el título de este artículo.
Aclaración: Somos de la convicción de que la posición católica más coherente en los días actuales es la sedevacancia, esto es, que la Sede de Pedro está vacante desde 1958, año en que falleció el Papa Pío XII. Esta posición se fundamenta en la doctrina católica que sostiene que los herejes manifiestos no tienen jurisdicción en la Iglesia Católica, puesto que un hereje no es miembro de la Iglesia (vea haciendo clic aquí). Ahora bien, ya es evidente que los “papas” conciliares (desde Juan XXIII hasta el actual Benedicto XVI) son herejes manifiestos, y, por lo tanto, no son papas de la Iglesia, sino antipapas. Además, la Iglesia conciliar (esto es, la Iglesia nacida del Concilio Vaticano II) no puede ser la Iglesia católica, puesto que la Iglesia no puede enseñar oficialmente el error. Sí así fuera, entonces habría que admitir que el Espíritu Santo no guía a la Iglesia ni la preserva del error. El autor de este artículo no toma esta posición. No obstante lo anterior, y habiendo hecho esta aclaración, consideramos que este artículo es sumamente interesante para servir de denuncia de las falsedades y errores de la Iglesia conciliar, razón por la que lo publicamos. Por último, para mantener la coherencia en nuestra posición, cada vez que en este artículo se nombra a algún miembro de la jerarquía de la falsa Iglesia conciliar, escribimos su cargo entre comillas, para dejar bien claro que no lo consideramos miembro de la verdadera jerarquía de la Iglesia Católica: un hereje no pertenece a la Iglesia, luego no puede ejercer gobierno en un cuerpo del cual no forma parte (ver aquí).


[i] Nota del traductor-editor de LDP: Cuando apareció la Nueva Misa en 1969, los cardenales Ottaviani y Bacci y otros teólogos escribieron a Pablo VI al respecto de los problemas de la Nueva Misa. Este estudio es popularmente conocido como La Intervención Ottaviani. En ella los cardenales afirmaban:
El Novus Ordo [el nuevo orden de la Misa] representa, tanto en su conjunto como en sus detalles, una notable desviación de la teología católica de la Misa tal como fue formulada en la sesión 22 del Concilio de Trento”
Ellos pudieron ver con claridad que la versión latina de la Nueva Misa era una desviación notable de la enseñanza del Concilio de Trento. De las doce oraciones del ofertorio de la Misa tradicional, sólo dos se conservaron en la Nueva Misa. Las oraciones eliminadas del ofertorio son las mismas que eliminaron los herejes protestantes Martín Lutero y Thomas Cranmer. La Nueva Misa fue promulgada por Pablo VI con la ayuda de seis ministros protestantes.
[ii] Nota del traductor-editor de LDP: En efecto, el cardenal Ottaviani, jefe en aquel tiempo del Santo Oficio, hizo su ralliement con el progresismo firmando los documentos a los cuales antes se había opuesto. Como circulaban rumores sobre la inminente reforma del Santo Oficio, el cardenal Ottaviani dio una entrevista en la que dijo:
“Soy el soldado que vigila la reserva de oro. ¿Cree que yo cumpliría mi deber discutiendo, abandonando mi puesto, cerrando los ojos? ¡Hijo mío, setenta y cinco años son setenta y cinco años! Yo los viví defendiendo ciertos principios y ciertas leyes. Si usted le dice al viejo soldado que las leyes van a cambiar, es obvio que (…) él hará todo lo que pueda para que no cambien. Pero, si a pesar de ello, ellas cambian, Dios ciertamente le dará la fuerza para ponerse en la defensa de un nuevo tesoro en el cual él cree. Una vez que las nuevas leyes se convierten en el tesoro de la Iglesia, un enriquecimiento de la reserva de oro, sólo un principio cuenta: servir a la Iglesia. Y este servicio significa ser fiel a sus leyes” (Alfredo Ottaviani, entrevista al Corriere della Sera, 28/10/1965, en H. Fesquet, Le journal du Concile, p. 1019).
[iii] Gerard Keane, Creation Rediscovered, Doncaster, Australia, Credis Pty Ltd., 1991, pp. 41, 79, 81, 101, 115, 123, 151.
[iv] Concilio de Trento, Decreto sobre el pecado original, cap. V, de 1546 que sigue las decisiones de los Sínodos de Cartago y de Orange.

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